A menudo vemos en los medios de comunicación, en redes sociales y hasta en grupos de WhatsApp videos e imágenes tanto de choques como accidentes de tránsito donde mueren decenas de personas y algunas hasta terminan con heridas incapacitantes.
Lastimosamente, en muchos de estos casos existe un factor común y es que de por medio hay alcohol. De hecho, cientos de personas sobrepasan los límites permitidos de licor en la sangre.
Otro factor que casi siempre está presente en estos incidentes es la alta velocidad de quienes andan tras el volante, a los que muchas veces les precisa más llegar rápido que bien a los sitios donde se dirigen.
Resulta más lamentable de dicha situación que a pesar de las advertencias de las autoridades los casos van en aumento y prueba de eso son las estadísticas del mes de enero, que muestran un crecimiento de un 31% con respecto al mismo período del año anterior.
En 2020 se hicieron 1.825 pruebas y en 2021 1.917 alcoholemias, apenas 92 más entre un año y otro, sin embargo, la cantidad de positivos se disparó por mucho.
Tras de eso, 3 de cada 4 conductores que dieron positivo por andar manejando bajo los efectos del alcohol se hallaban en un total estado de ebriedad, poniendo en peligro no solo la vida de ellos sino de todos los que se cruzaran en su camino.
Y es que si debe ser alarmante que las estadísticas reflejen que mientras en el 2020 fueron 159 casos los que dieron positivos por alcohol penal para este año hubo 215.
Muchos pensarán que tan solo se trata de números y que de estos ninguno se convirtió en una tragedia porque los atajaron las autoridades, sin embargo, pensemos en lo contrario: ¿qué hubiera pasado si cada una de estas personas alcoholizadas hubiera estado involucrada en un accidente mortal?
Tal parece que las muertes en carretera no dan tregua. Pese a las advertencias de las autoridades de tránsito y los cuerpos de socorro, hay miles de conductores que siguen infringiendo la ley y atentando contra la vida de los demás.
Cuando vemos estas cifras no podemos dejar de cuestionar qué nos pasa, ¿cómo es que los costarricenses no podemos mejorar nuestros hábitos de conducción?
No es posible que cada año las cifras se tornen mayores, la pérdida de vidas humanas impacta el desarrollo del país en lo social y lo económico.
La violencia en las vías nacionales parece no dar tregua. Si bien los ticos no conocemos las consecuencias de una batalla, lo cierto es que nuestra guerra se libra cada día en medio de las vías, entre conductores que no respetan las leyes y se vuelven un riesgo para su entorno.
Las autoridades, no solo de Tránsito, sino del Ministerio de Educación Pública y la misma Caja Costarricense de Seguro Social y el Instituto Nacional de Seguros, han invertido miles de millones de colones este año en campañas de información y formación para lograr reducir la cantidad de percances. Sin embargo, parece que esas advertencias entran por un oído y salen por otro.
En pocas palabras, la ingesta de licor y la conducción son la piedra en el zapato de las autoridades. No es para menos, pues pese a las altas multas contenidas en la Ley de Tránsito y la estricta vigilancia que ejerce la Policía de Tránsito hay conductores cuyo lema parece ser la imprudencia.
Señores y señoras, si van a tomar licor no manejen, disfrutar no está mal, lo incorrecto es pasarse de la línea y exponerse a sí mismos y a los demás haciendo cosas cuando no tienen capacidad para efectuarlas.
Recuerden que afuera, en la calle, hay niños, madres, padres, abuelos y hermanos que no merecen ser víctimas de la irresponsabilidad ajena.
Cuiden su vida, pero también respeten las de los demás y sobre todo respétense a ustedes mismos. Tomar licor y estar tras el volante atrae a la muerte. No sea uno más de los que ingresan a una lamentable lista negra, no piense en que echarse los traguitos de seguro no le traerá ninguna consecuencia o que tan solo se expone a una multa ¢327.713,96 y la acumulación de 6 puntos en la licencia, sino piense en todas las vidas que se pueden cercenar por no reflexionar un minuto luego de la fiesta.