Seguimos con el tema de la liberación de la angustia. En un escrito anterior dejamos dicho que, aunque nosotros mismos y otros nos ayudamos y nos ayudan en esa liberación, es Dios, por su Hijo Jesucristo, el que nos libera. Así lo expresa san Lucas en el cántico de alabanza del sacerdote Zacarías: “Él nos ha concedido que, libres de las manos enemigas, podamos servirle sin temor en santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días” (Lucas 1,74-75).
Me interesa destacar lo de “sin temor”, que equivale a sin angustia que, a su vez, proviene de ser víctimas de los enemigos del alma. ¿Qué enemigos? El Padre Anselm Grün, monje benedictino y psicólogo, responde: “Los enemigos del alma son nuestros modelos de vida patológicos, nuestros complejos, nuestras debilidades y nuestros defectos. O bien -en el lenguaje de la Biblia- son los demonios que no nos dejan llegar a ser aquello para lo que Dios nos ha creado”.
Esta otra pregunta ahora: ¿cómo es que Jesucristo nos libera de esos males y, con ellos, de la angustia? Volviendo al texto evangélico al principio citado, nos podemos percatar de cómo entiende san Lucas el misterio de la redención. El evangelista, de mentalidad helenista, pintor y psicólogo, amén de muy buen escritor, ha experimentado en carne propia lo que significa para el ser humano padecer la angustia. Y, en consecuencia, para él la redención que nos trae Jesucristo no consiste tanto en el perdón de los pecados cuanto en la liberación de la angustia y su superación. Eugen Biser no duda en afirmar que el cristianismo es “la religión de la superación de la angustia”.
En ese sentido, Anselm Grün se hace eco de la doctrina del Evangelio poniendo en boca del Señor y Maestro estas palabras: “No debéis tener ninguna angustia frente a vuestra culpabilidad y frente a vuestros enemigos interiores, que desde dentro os sugieren hasta qué punto sois malos y que no sois capaces de arreglároslas en la vida”. Y trae a cuento el caso de la mujer encorvada de Lucas 13,10-17: “Endereza a la mujer encorvada por la angustia y le muestra su originaria belleza y dignidad, de modo que a partir de ese momento camina erguida por la vida y alaba a Dios por haberle creado de un modo tan maravilloso”. Los casos se multiplican en el Evangelio, y concluye: “Jesús libera a las personas del poder de los demonios”.
Recuerde que originariamente evangelio es un término que significa eso: buena nueva o buena noticia. Reconocerlo y vivirlo es cuanto necesita el creyente para liberarse de la angustia.