Si creyó que existen trabajos extraños para ganarse el pan de cada día, le contamos que aún no lo ha visto todo. Liu Jun-Lin es una joven de Taiwán a quien le pagan nada más y nada menos que por llorar en funerales, lo que en este país se puso de moda bajo la modalidad de comercialización del duelo. Por cada presentación gana hasta $600, es decir poco más de ¢300 mil.
Liu explicó a medios de comunicación de ese país que hace décadas las mujeres abandonaban el hogar para trabajar en otras ciudades y el transporte era limitado. Por lo tanto si alguien en la familia moría, muchas veces no podían llegar a casa a tiempo para el entierro, por lo cual los dolientes contrataban lo que se conoce como una \”hija filial\” para acompañar el dolor. Así nació la idea de crear las “plañideras”.
La joven y su banda se visten con tonos vivos y realizan números de danza casi acrobáticos, mientras que su hermano A Ji toca instrumentos tradicionales de cuerda. Después Liu se coloca un manto blanco y se arrastra hasta el ataúd. Allí realiza su llanto más conocido, sorprendiendo a propios y extraños.
Ante la interrogante de cómo hace para fabricar lágrimas a su voluntad, aseguró que su llanto es real. \”En cada funeral al que asisto he de sentir que esa familia es mi familia, por lo que he de poner mis propios sentimientos en ello. Cuando veo a la gente afligida me pongo todavía más triste\”, explicó.
El oficio viene de sus antepasados, ya que la abuela y la madre de Liu eran plañideras profesionales. Los padres de Liu murieron cuando ella era pequeña.
\”A veces, antes de empezar, la familia del fallecido no nos trataba bien. Pero después de la actuación lloraban y nos daban las gracias. Les ayudamos a expresar el dolor del alma y el corazón\”, finalizó.