Por primera vez durante la pandemia, se realizarán las pruebas de Fortalecimiento de Aprendizajes para la Renovación de Oportunidades (FARO). Las autoridades respectivas implementaron las previsiones necesarias para adecuar la prueba al currículo de los cursos lectivos 2020 y 2021, ubicándolas en el contexto de la pandemia que nos ha tocado vivir.
Estas pruebas son consideras, por las autoridades, como una valiosa herramienta para poder medir el nivel de aprendizaje en tres asignaturas, español, matemáticas y ciencias, así como el avance en el desarrollo de habilidades y conocimientos del estudiantado de primaria y secundaria. La información recabada deberá ser utilizada por el MEP para implementar los cambios que con urgencia necesita nuestra educación.
Padres de familia han manifestado su inconformidad por la realización de estas pruebas, convencidos de que sus hijos no están preparados ni académica ni emocionalmente para tomar el examen y no dejan de tener razón, los niños han perdido estructura, la educación virtual no ha sido tan efectiva como la presencial y emocionalmente han sufrido un impacto cuyas consecuencias todavía no hemos logrado dimensionar.
¿Qué tanto afectó la falta de sociabilización, el encierro, la desestructuración y el estrés generado por el confinamiento al que han estado sujetos? No lo sabemos todavía, pero es urgente que el MEP, en conjunto con el Ministerio de Salud y especialistas en la materia, se aboque a valorar las repercusiones y la huella que ha dejado la pandemia en el desarrollo integral de nuestros niños y jóvenes.
Las pruebas FARO son un importante recurso para evaluar la situación real por la que atraviesa la educación en nuestro país y tomar sus resultados como punto de partida para planificar los ajustes que nos permitan combatir el rezago y la deserción. Sin embargo, el resultado de esta evaluación no estaría completo si no se midiera el desempeño de los educadores durante la crisis, cientos de maestros han tenido que improvisar aulas a distancia, sin haber sido capacitados, sin contar con los recursos ni la tecnología para transmitir su conocimiento a niños y jóvenes.
El deterioro que ha sufrido la educación es evidente, hablamos de una generación perdida y quienes más hemos sufrido somos los países en vías de desarrollo que vemos con dolor y preocupación el ensanchamiento de la brecha entre la educación pública y privada, mismo que se traducirá en mayor desigualdad, atraso y empobrecimiento de nuestros pueblos.
Por otro lado, la quiebra de negocios, el surgimiento de nuevas oportunidades laborales, el uso de nuevas tecnologías, el auge de los pequeños emprendimientos aunados a la crisis económica nos obliga a repensar hacia donde debemos encaminar la educación de nuestros jóvenes, qué habilidades debemos desarrollar en ellos para garantizarles una formación que les permita estar preparados para las carreras del futuro y qué materias se deberán impartir para facilitar su incorporación a las nuevas fuentes de trabajo.
Esta es una tarea que el MEP no puede postergar, las pruebas FARO nos darán una primera radiografía del estado de la educación, pero debemos profundizar y analizar con atención los cambios que han implementado países como Finlandia y Japón que se mantienen a la vanguardia en materia de educación y desde ya están formando a niños y jóvenes con las capacidades adecuadas para enfrentar con éxito los retos de la post pandemia.
En pocos meses dará inicio una nueva administración, los padres de familia, las autoridades en educación, los maestros y los jóvenes quisiéramos escuchar de los candidatos cuál es el camino que seguirán en materia de educación en caso de ser electos y quienes les acompañarán en la difícil construcción de un nuevo sistema educativo.