El paraíso tiene lugar cuando los periodistas son españoles, los escritores son latinoamericanos, los planificadores son chinos, los cocineros son franceses, los economistas son ingleses, los artistas son italianos, los policías son canadienses y los sindicalistas son japoneses. Por otra parte, el infierno se desarrolla cuando los policías son chinos, los economistas son españoles, los artistas son canadienses, los planificadores son italianos, los sindicalistas son franceses, los humoristas son japoneses, los políticos son latinoamericanos y los cocineros son ingleses. Lo anterior obviamente no está libre de prejuicios y no debe tomarse demasiado en serio. Quiero utilizarlo como elemento de realce de un argumento inicial: los pueblos tienen como rasgo que saben hacer algunas cosas bien o mejor que otras. En consecuencia, con lo anterior, ¿cuál es la virtud de Costa Rica? Un cliché diría que el ser pacífico, pero esto también constituye un prejuicio, porque ignora rasgos negativos del ser costarricense (la xenofobia y la envidia, por ejemplo). Hecha la aclaración, apelo a una idea. Y dicha idea la representa el ethos (conjunto de costumbres practicadas) democrático.
Porque si bien Costa Rica no escapa de tener políticos de pesadilla (rasgo latinoamericano), ha sabido distanciarse de sus vecinos regionales en lo respectivo a los vínculos entre los ciudadanos y de estos con las instituciones. Así podemos citar la existencia de un seguro social donde participan los distintos sectores sociales en un espacio que, al menos en principio, supone la cooperación y no el conflicto. También resulta valido referir los mecanismos de transmisión del poder político. Mientras en otras regiones priman la violencia e incluso el odio, en la historia del país no se zanjan las diferencias ideológicas mediante la agresión o el amedrentamiento de los demás. Y el poder se transmite de tal manera que perdedores y ganadores no se van a las montañas ni aplastan a los otros, sino que se respetan mutuamente, al menos ese es el legado recibido. Asimismo, es dable hablar del respeto a la vida humana en los conflictos interpersonales. A diferencia de otros países, usar el ataque físico representa, al menos todavía, la excepción y no la norma. Este simple hecho evita importantes desgarros sociales y le resta caos al sistema.
Todas estas características tienen raíz histórica, no son producto de una esencia incorruptible o que esta allende del tiempo y del espacio. No constituye un contrasentido afirmar que la educación formal ha representado un poderoso acicate para la existencia de dicho ethos democrático, esto ya ha sido investigado académicamente. Pero más allá de pensar (grosera y erróneamente) las variables sociales como determinismos, están los sujetos, quienes con sus decisiones pautan cómo actuar en sus vidas (a fin de cuentas, nadie ha visto ni a “doña Sociedad” ni a “doña Economía” obligando a nadie a hacer algo). Y sin temor a cometer un error grotesco podemos decir que en Costa Rica se ha construido un ethos democrático.
Se vienen tiempos muy difíciles, no pocos expertos alertan de una inminente crisis económica cuya dimensión quizás sea mucho mayor a la de los ochenta. Todos los actores políticos y sociales involucrados deberán esforzarse al máximo a fin de superar los tiempos difíciles por venir. Pero además de las instituciones y los grupos de poder, los ciudadanos tienen mucho que aportar. Debe privilegiarse como nunca antes la vía pacífica y dialogada para solucionar conflictos, el respeto a la libertad de pensamiento y el resguardo de los derechos de los demás. Obviamente con esto de ninguna manera llamo a abandonar el vital y perentorio control político, parte fundamental de todo sistema democrático y labor propia de periodistas, diputados de oposición, escritores, y en general de todos los ciudadanos comprometidos.
Es la adversidad y no el confort el escenario donde pueblos e individuos demuestran su esencia, la fragua más intensa de su virtud o de su derrumbe. Para salir adelante de los difíciles tiempos venideros, los ciudadanos costarricenses deberán echar mano de su ethos democrático, para que pueda haber alguien capaz de ubicar a los ciudadanos de Costa Rica como elementos del paraíso y no del infierno.