La visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, a Costa Rica en uno de sus primeros viajes oficiales debe interpretarse como una señal de suma importancia en el contexto político actual.
La geopolítica internacional está en plena transformación, con disputas comerciales que mantienen en vilo a las principales potencias. Canadá, México y EE. UU. confrontan a China en el ámbito arancelario, otras naciones como Dinamarca resguardan su soberanía sobre Groenlandia, mientras Panamá protege la funcionalidad de su canal interoceánico.
En nuestra región, El Salvador ha consolidado una estrategia que le ha valido reconocimiento, dejando en evidencia la necesidad de que Costa Rica actúe con determinación ante su propia crisis de violencia e inseguridad.
La realidad nacional es alarmante. Comerciantes en Alajuelita y Alajuela adelantan el cierre de sus negocios por temor a la violencia, mientras el narcotráfico y el crimen organizado se expanden con rapidez.
En este panorama, el apoyo que brindará Estados Unidos mediante el desbloqueo de fondos y la colaboración con agencias como el FBI y la DEA representa una oportunidad inigualable para reforzar la seguridad.
La cooperación incluye el uso de tecnología de reconocimiento biométrico para fortalecer los controles migratorios y la asignación de recursos para el combate del narcotráfico en aire y mar.
El ministro de Seguridad Pública, Mario Zamora, ha destacado la relevancia de esta ayuda, que permitirá potenciar a los cuerpos policiales encargados de la vigilancia aérea, marítima y antidrogas.
Durante 90 días, la Administración de Donald Trump había suspendido temporalmente la cooperación internacional en materia económica, lo que había causado incertidumbre sobre el futuro de estos programas, sin embargo, la reciente decisión de reactivar estos fondos es una noticia positiva para C.R., que vuelve a contar con respaldo en una lucha que no puede afrontar en solitario.
Más allá del alivio que genera este anuncio, es fundamental que el país no dependa únicamente del apoyo externo.
La seguridad nacional debe ser una prioridad sostenida en el tiempo y no un tema que se reactive con cada crisis.
La llegada de recursos y asistencia técnica desde Washington debe servir como un punto de inflexión para fortalecer las capacidades internas, mejorar la coordinación entre cuerpos de seguridad y establecer políticas públicas que garanticen resultados a largo plazo.
No podemos caer en la complacencia ni en la falsa expectativa de que el combate contra el crimen se resolverá solo con ayuda extranjera. Costa Rica debe asumir un compromiso propio, invirtiendo en infraestructura, equipamiento y formación policial, así como en estrategias de prevención que frenen el reclutamiento de jóvenes por parte del crimen organizado.
La colaboración con la nación norteamericana es valiosa, pero no debe convertirse en una muleta, sino en un catalizador para fortalecer nuestra respuesta interna.
Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de los matices de esta relación bilateral. Estados Unidos es nuestro principal socio comercial y un aliado estratégico, pero sus políticas están sujetas a cambios de administración y a intereses que no siempre coinciden con los nuestros.
En este juego geopolítico, es crucial mantener una postura firme y equilibrada, aprovechando las oportunidades sin perder de vista la soberanía nacional y la necesidad de crear soluciones propias.
La seguridad es un pilar esencial para el desarrollo del país, sin ella, la inversión se retrae, el turismo se debilita y la calidad de vida de los ciudadanos se ve afectada.
Es momento de asumir con seriedad el reto que tenemos por delante.
La visita de Rubio y la reactivación de los fondos de cooperación son un espaldarazo en la dirección correcta, pero la verdadera responsabilidad recae en nosotros.
Debemos hacer democracia con hechos, fortalecer nuestras instituciones y demostrar que estamos a la altura de las circunstancias.
La oportunidad está sobre la mesa, ahora le toca a Costa Rica hacer su parte y aprovechar el momento. Veamos lo positivo. Siempre hay mucho más.