En los últimos días, la violencia escolar ha tomado más auge de lo que podemos imaginar, generando una creciente atención y preocupación en aquellos padres y madres responsables, autoridades educativas y la sociedad en general, dadas las múltiples repercusiones que esto involucra, al ver que hoy en día los “actores y actrices” de estos episodios, deambulan sin anomia, proyectándose como subcultura criminal, pretendiendo obtener un lugar protagónico ante un determinado colectivo.
Por lo anteriormente señalado, las instituciones educativas y el propio ministerio de Educación Pública, debe despertar y reaccionar ante este fenómeno que carcome la sociedad, proponiendo programas de prevención y coordinando acciones conjuntas con otras instancias que coadyuven en la detección y atención de este problema y los factores de riesgo, para esto es recomendable dejar de lado los viejos modelos utilizados y que nunca dieron resultados esperados, o lo que es peor, tener pensamientos de “profesionales” que justifican muchas veces estas acciones, dejando interrogantes de sus nociones en esta materia, siendo que por desgracia, en materia de criminología, el más ignorante se siente autorizado para hablar con la misma seguridad que el sabio.
Como ejemplo de lo anterior, tenemos la llamada a la Dirección del Centro Educativo, sesiones de orientación, atención psicológica, recados en el cuaderno destinado para tal fin, entre otras medidas ejemplarizantes en donde muchas veces sirvió esto para justificar algunas acciones y alcahuetear conductas permisivas que solo tienden a crear una sociedad criminógena, donde se lesionan valores emanantes de los instintos de simpatía que deben prevalecer con las personas ante los instintos de defensa, pues la responsabilidad de nuestra sociedad ante la criminalidad que nos azota y la violencia en las escuelas formadores de hombres y mujeres, en cuyas manos está el futuro de la nación, se puede negar afirmando que cada persona es siempre absolutamente responsable y dueño de sus actos. Es por ello que la concepción antropológica y criminológica, reposa sobre el postulado de que el delincuente como el hombre en general, es un ser libre, capaz de no dar rienda suelta a su voluntad culpable.
Para hacer frente al flagelo de la violencia escolar, debemos coordinar acciones interinstitucionales públicas y privadas, entre ellos, el Colegio de Profesionales en Criminología de Costa Rica, que cuenta con agremiados profesionales y capacitados para repeler este tipo de conductas que enlodan la buena imagen de una institución educativa, de una familia y de un país en general, mientras los “actores” y “actrices” se empoderan más ante las figuras de autoridad, quienes han perdido esa figura con el surgimiento de normas que en su mayoría solo vienen a distorsionar la buena convivencia en lugar de disminuir la ocurrencia de agresiones escolares y permitir la solución pacífica de conflictos.
Sin duda alguna, debemos constituirnos en agentes multiplicadores de prevención y educación, con el objetivo de rescatar a nuestros educandos con propuestas reales, actuando con mano fuerte sin lesionar derechos pero inculcándoles que antes de tener derechos tienen deberes; en donde la familia que es la base de la sociedad, también juegue un papel importante de contención, asumiendo su cuota de responsabilidad. Lo anterior nos llama a la reflexión si analizamos que la mayoría de los delincuentes no son enfermos, salvo aquellos casos particulares así diagnosticados, en su mayoría tienden a ser personas que a causa de una desviación momentánea y sin límites de un sistema normativo y modelo de identidad, cometen agresiones contra los valores y derechos del colectivo al que pertenecen, por lo que desde una visión criminológica, son personas que terminan su trayectoria de agresividad segregados socialmente en espacios inframuros regidos por normas a las cuales deben adaptarse sin demora alguna, pero es que es ahí donde vienen a reflexionar, valorar y aprender la mejor lección de sus actuaciones y de su vida, dejando una huella indeleble para siempre.
*Criminología y Derechos Humanos