Los tres temas fundamentales y prioritarios que dominan la Agenda Internacional en el presente resultan en extremo complejos, difíciles y responden a razones que no solo son geopolíticas, militares, territoriales o económicas.
Abarcan mucho más que eso y tienen que ver con profundas razones históricas en Europa, religiosas en el Medio Oriente y, sin duda alguna, con una lucha de poder a nivel mundial, así como con las realidades objetivas del mundo en el siglo XXI. Tal como es ese mundo en la realidad y no como uno quisiera que fuera, bajo los parámetros del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas.
De ahí que las simplificaciones y la reducción de esos graves conflictos internacionales a consideraciones y lógicas ideológicas o a un lenguaje propio de debates, entre buenos y malos, superados por la realidad misma de los hechos y que son propios del siglo XX, a mí no me convencen para nada.
Me refiero, claro está, a la invasión y la guerra de Rusia en Ucrania, a la tragedia militar y humanitaria que se vive en Gaza y, sobre todo, a la “guerra económica” abierta y declarada entre los Estados Unidos y la República Popular China.
Europa, después de dos Guerras Mundiales desbastadoras y criminales, inició uno de los más formidables y admirables experimentos democráticos, políticos, jurídicos e institucionales de la historia de la Humanidad, hasta llegar en el presente, a estas alturas del siglo XXI, a una Unión Europea que, por derecho propio, constituye en el presente una de las potencias políticas, económicas, tecnológicas y militares de nivel mundial y un factor de equilibrio entre las luchas hegemónicas de las otras tres potencias mundiales, a la vez que de seguridad y vocación por la paz, la negociación de los conflictos y la cooperación internacional, bajo los parámetros del Derecho Internacional y el respeto a la soberanía y la dignidad de todos los pueblos y países del mundo.
Esos tres temas fundamentales y críticos de la Agenda Internacional, así como las fuertes y controversiales decisiones económicas, en materia arancelaria y proteccionista, adoptadas por el presidente Donald Trump de los Estados Unidos, ponen históricamente a la Unión Europea ante la disyuntiva de asumir, plenamente, un papel activo, protagónico y de primer orden, de igual a igual y de gran potencia mundial, como efectivamente lo son, ante los complejos debates en los que estamos y los conflictos mayores de la “aldea global” y el mundo multipolar en este siglo XXI. Esa decisión equilibraría la realidad actual.
Si así lo hicieran… ¡Sería de celebrarlo!
¿Y usted qué opina?