La situación por la que están pasando nuestros arroceros es realmente lamentable. Resulta urgente que el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) haga una revisión de sus políticas de compra y siembra del grano.
Hay quienes dicen que la crisis golpea a los arroceros grandes, a esos que nunca se ensucian el sombrero, pero eso no es cierto. Son muchos los productores que hoy se encuentran en ruina.
Lo más preocupante de todo esto, aparte del triste componente humano, es que como sociedad estamos cerrando los ojos a la defensa de nuestra soberanía alimentaria.
El covid-19 es lo más cercano que hemos vivido a una crisis que amenazara con la posibilidad de conseguir alimentos, pero gracias a Dios el arroz nunca nos ha faltado.
Nos parece incomprensible que, teniendo la tierra, el clima y semillas de calidad no seamos capaces de incrementar la siembra de arroz para más bien venderle al mundo.
Los costarricenses cada vez dependemos más de las importaciones y, si bien no estamos en contra del libre comercio, sí consideramos que hay alimentos básicos que deberíamos proteger por encima de todo y uno de ellos es el arroz.
Ya hemos visto cómo en el caso del frijol, poco a poco, han venido reduciéndose las áreas de siembra, al punto que una buena parte la traemos de Nicaragua y de China.
Si algo no está bien en materia arrocera debemos resolverlo, pero nunca dar la espalda al productor costarricense. Esos que viven del cultivo de la tierra, una actividad que no puede menospreciarse.
Para nadie es un secreto que la economía ha dado un giro. Hoy existen actividades industriales, de servicios y de tecnología que crecen como la espuma haciendo de la siembra una ocupación cada vez menos atractiva.
No obstante, como ticos deberíamos estar orgullos de nuestros agricultores, y, en lugar de debilitar la actividad, fortalecerla, a través de la compra del grano, el otorgamiento de seguros y de insumos para mejorar el rendimiento por hectárea.
Depender únicamente de las importaciones en materia alimentaria es un grave error que otros países han pagado caro. Aún estamos a tiempo de volver nuestros ojos al campo.
Los productores necesitan ayuda. ¿Para qué entonces tener una Banca para el Desarrollo, una banca del Estado y una aseguradora pública si no es para situaciones como esta?
En el pasado, el arroz demostró ser una actividad rentable. Lo que falta es visión y un liderazgo capaz de encausar al sector, donde convergen industriales, productores y el Gobierno.
Los Ministerios de Economía, Industria y Comercio, y de Agricultura y Ganadería tienen una silla en la Corporación Arrocera Nacional (Conarroz), el espacio propicio para buscar soluciones.
Al final de cuentas, lo más importante es el consumidor y habría que ver si este tipo de decisiones lo favorecen.