Cada vez que me comparten a mi whatsapp un video de las muertes por los espantosos y crueles asesinatos que se están dando y ejecutando con frecuencia casi todos los días y más aún la forma mórbida con que se reenvían esos videos en casi todos los chats existentes en el país, me da un sentimiento de impotencia y de tristeza, me cuesta aceptar que nuestra sociedad haya entrado en una barbarie de esta naturaleza y más aún que nos quedemos como simples espectadores y hacer absolutamente nada.
Solo basta saber que lamentablemente este 2023 ha estado manchado con muchísima sangre y, lo que es más preocupante y doloroso, es la indolencia de nuestra sociedad, que tácitamente ha venido aceptando estas lamentables estadísticas de muerte como algo cotidiano. Nunca antes en nuestro país los niveles de aceptación de la cultura de la muerte han sido tan evidentes como hoy, cabe mencionar que es un hecho indiscutible que la inseguridad ciudadana se ha disparado a niveles preocupantes alcanzando un récord nunca antes visto y en este annus horribilis (año terrible) las muertes han marcado la estadística con elevados casos de homicidios, superando ya los datos registrados. La violencia, ha desnudado nuestra sociedad y ha evidenciado un país inseguro y desigual con un crecimiento en todas las actividades vinculadas al crimen organizado, e igualmente ha puesto de manifiesto una evidente incapacidad por parte de las políticas públicas de seguridad ciudadana que no han dado respuesta a esta nueva pandemia social y a la grave crisis económica que enfrenta nuestro país.
Tal y como el sociólogo y politólogo Carlos Carranza, coordinador del Programa Análisis de Coyuntura de la UNA, con precisión y claridad académica afirma: “Costa Rica se ha convertido en un país que se preocupa más por el encarcelamiento que por la creación de oportunidades, que ha dejado de invertir en seguridad y que no cuenta con una verdadera política de paz que se arraigue en las comunidades, en las escuelas, en los medios de comunicación de todo el país, no sólo de las zonas más desprotegidas, donde confluyen los elementos políticos y económicos de las decisiones de cada gobierno para la inversión en el tema”.
Efectivamente lleva razón mi muy querido exprofesor universitario y hoy colega, estamos claros que hace falta una política clara de seguridad ciudadana, donde el Estado tome la situación, y empiece a tomar ya cartas en este asunto.
“La violencia en el país, como analizan los expertos del tema, se encuentra en una condición crítica, de la cual se requiere asumir responsabilidades y no tratar de evadirlas. La educación y el trabajo deberían de ser el camino digno para que Costa Rica sea el país de paz del que nuestra cultura popular e internacional tanto se jacta”.
Finalmente, la investigadora de la UNA, Claudia Palma, afirma que las “personas que se insertan en esta dinámica del tráfico no son las más pobres del país, sino las provenientes de las condiciones más desiguales en el acceso a la educación y el trabajo.”. Según ella, “este es un grupo de personas, cada vez más jóvenes, que encuentran en la dinámica del tráfico, una forma de suplir las necesidades insatisfechas que el sistema les demanda; un espacio de reconocimiento y poder, y una forma de emular una cultura de las narconovelas, que no podemos negar su influencia en las formas de entender y representar el mundo”.
*Abogado, politólogo, historiador, exdiplomático