Lo que, sin embargo, no explican los amigos voceros de la misma Recope es cómo lograron que aun conociendo el proyecto, el secretario general y demás compañeros del órgano superior de la Setena no se percataran (¿o sí?) de la realidad del proyecto de la “refinería china”.
¡Se saltaron la normativa ambiental olímpicamente! A diferencia de las marcas de los pasados “fuegos” centroamericanos, los amigos de Recope y Setena sí alcanzaron récords panamericanos. Su agilidad llegó al punto en que, en contra de lo determinado en la normativa alrededor de los procedimientos obligatorios que señalan los contenidos y los caminos que ha de seguir un Estudio de Impacto Ambiental (EsIA), simplemente se pusieron de acuerdo para no “construir” los cimientos de los documentos de evaluación ambiental fundamentales.
Así, ante una aparente urgencia por tener aprobada la viabilidad ambiental que le permitiera al gobierno seguir adelante con el negociazo de la “refinería china”, obviando la vigencia de decretos ejecutivos aplicables a todo proyecto de “alto y moderado impacto”, Setena le aceptó a Recope la solicitud de no presentar el documento de evaluación ambiental inicial (Documento D1) que, según la legislación, “deberá ser utilizado por las actividades, obras o proyectos” de categoría alta y moderada. Documento a partir del cual la unidad técnica de la Setena “llevará a cabo la Evaluación Ambiental Inicial mediante el análisis de la información contenida y los documentos aportados”, que permiten la emisión de los términos de referencia que sirven de guía general para la elaboración de los EsIA (Decreto Nº 32966-Minae).
Si fue o no “compadre hablado” nunca lo sabremos, pero lo que sí podemos concluir es que ¡eso no se hace! Mientras a los desarrolladores de proyectos de la más diversa índole se les exige cumplir con la normativa, hasta para un pequeño movimiento de tierras en un lote industrial (por ejemplo), a Recope se le exime la presentación de la evaluación ambiental inicial (Documento D1) para un proyecto de refinería, que se espera procese un 260% más de crudo que la existente, que tiene un costo de unos ø750.000 millones de colones (mil quinientos tres setecientos seis millones de dólares), en un área de 471.000 metros cuadrados, que tendrá un flujo marino-costero capaz de garantizar al menos el aporte de 65.000 barriles de crudo diarios, en un lugar con “innumerables fallas inversas, fallas de desgarre y plegamientos”, donde “El acuífero más superficial ubicado al oeste de la Refinería actual se localiza a una profundidad promedio de 0,6 m, fácilmente contaminable”, y donde ya se han detectado hidrocarburos contaminantes en volúmenes estimados iguales a 441.000 litros.
Pero claro, como son ¡tan inteligentes! escondieron que se trataba de una refinería nueva (conocida ahora como la “refinería china”) para presentar el proyecto cual si se tratara de una sencilla “modernización y ampliación de la Refinería Moín” (Expediente D1-5565-2011-Setena), logrando insólitamente que un proyecto que del D1 solo tiene el número del expediente, que “por solicitud de Recope” la Comisión Plenaria de la Setena hiciera una visita a la zona del proyecto en octubre del 2010, para ver el alcance del mismo”. Lo que, sin embargo, no explican los amigos voceros de la misma Recope es cómo lograron que aun conociendo el proyecto, el secretario general y demás compañeros del órgano superior de la Setena no se percataran (¿o sí?) de la realidad del proyecto de la “refinería china”.
Porque si efectivamente les hicieron una presentación seguramente con “power point” en “el lugar de los hechos”, lo mínimo que debieron haber hecho los miembros de esa comisión de la Setena era poner en sobre aviso a los técnicos bajo su jerarquía para que, tal vez muy diplomáticamente para no herir susceptibilidades, les hubieran comunicado a los urgidos funcionarios de Recope, que tenían que cumplir con toda la normativa que regula y orienta la elaboración de los EsIA).
Pero no fue así y fueron tantos los vacíos evidentes en el EsIA aprobado, que por ejemplo, no se inmutaron ante la presencia de los acuíferos y la importancia de la vulnerabilidad de las aguas subterráneas, desdeñando el importante aporte que debería de haberse solicitado al Senara, encargado de ese sector y responsable de aplicar matrices muy bien conocidas por sus profesionales. O en haber solicitado un estudio de ingeniería civil exhaustivo, basado en la convenientemente escondida descripción detallada de la nueva refinería. O en haber considerado la trascendencia de un análisis oceanográfico multidisciplinario, que incluyera una estimación de la frecuencia y rutas de los buques, la localización de los tanques, las amenazas a la biodiversidad marina, etcétera. Así como, de darse un cambio de uso del suelo en el área boscosa involucrada, además del estudio biológico, haberse preocupado por un estudio arqueológico preliminar que garantizara, en caso de detectarse, la preservación de los bienes patrimoniales.
Estamos en fin, ante un proyecto de nueva refinería, que no solo desvirtúa y evidencia que el clamor por una Costa Rica carbono neutral para dentro de unos siete años no es más que una pose demagógica del gobierno, sino que además manda un mensaje indebido hacia los habitantes en el sentido de que la Ley Orgánica del Ambiente, y las demás leyes y decretos que norman las actividades que pudieren conllevar impactos sobre el ambiente natural y humano, no están ahí para ser cumplidos.
*Especialista en estudios de impacto ambiental.
repaleon@gmail.com