Costa Rica ha sido la capital mundial de la biología tropical, al reunir en un Congreso Científico, organizado por la Asociación para la Biología Tropical y la Conservación, con participación de la OET (Organización de Estudios Tropicales), a cerca de mil científicos de todo el mundo. Una de las razones para que este Congreso se haya celebrado en Costa Rica es la existencia en nuestro país, durante los últimos 50 años, de la OET, fundada en 1963 por la Universidad de Costa Rica y seis universidades de Estados Unidos.
Hoy celebramos con este evento de gala el medio siglo de funcionamiento continuo de la OET, que agrupa actualmente a más de 50 universidades y centros de investigación de América Latina, Estados Unidos, Sudáfrica y Australia, incluyendo nuestras cuatro universidades estatales y el Museo Nacional. Ha realizado una encomiable labor en los campos de la investigación, la educación y la conservación de los recursos naturales de los trópicos.
El nacimiento de la OET en 1963 se dio en circunstancias que son poco conocidas para algunos. Los científicos norteamericanos Leslie Holdridge y Joe Tosi habían adquirido una propiedad en Puerto Viejo, Sarapiquí, para experimentar la siembra de tubérculos como malanga, ñampí, yuca, tiquisque. El acceso desde Vara Blanca por San Miguel de Sarapiquí era casi impasable en invierno, aun para vehículos de doble tracción, por lo que fincas ganaderas y forestales en la zona sufrían similares problemas. La incipiente OET se interesó en esta propiedad, la adquirió y la convirtió en su primera estación biológica –La Selva-, un reto para sus investigaciones del trópico húmedo. Mientras, Holdridge y Tosi, asociados con Robert Hunter, desarrollaron el Centro Científico Tropical, que se dedicó a investigación y asesoría ambientales, y tendría más tarde un papel fundamental para perfilar el ordenamiento territorial y los usos del suelo en la región.
Los iniciadores de la OET fueron héroes a quienes hoy queremos recordar y honrar: el biólogo Rafael Lucas Rodríguez, profesor e investigador de ciencias naturales en la Universidad de Costa Rica, creador de la Escuela de Biología, experto a nivel mundial en orquideología, autor de una notable serie de láminas a color sobre la flora de Costa Rica. Estudió además en la Universidad de California, Berkeley; uno de los fundadores de la OET, así como de la Revista de Biología Tropical y del Jardín Lankaster. Por su aporte a las ciencias y al arte se hizo acreedor al Premio Magón de Cultura Nacional. Mildred Mathias, reconocida botánica, trabajó en California, donde hizo una enorme contribución a la horticultura, la etnofarmacología y la conservación. Su especialidad fue la taxonomía y evolución de la familia de las zanahorias en el Nuevo Mundo, con múltiples artículos científicos. En 1964 fue elegida como la primera mujer presidente de la Asociación de Taxónomos de Plantas. Pionera en estudios de campo en los trópicos, incluyendo la Amazonia, Tanganica y Zanzíbar, fue declarada Mujer del Año en 1964. Una voz entusiasta en la creación de la OET, fue su Presidente en 1969-70, y ayudó a incorporar la estación biológica de Las Cruces y el Jardín Botánico Wilson a la OET. Por más de 20 años lideró expediciones de biología tropical a Costa Rica y a la Amazonia peruana.
Otro “héroe” es Jay Savage, científico de larga carrera en biología tropical, biogeografía, herpetología y evolución, único actual sobreviviente del grupo, recibió aquí esta semana un especial reconocimiento. Graduado de la Universidad de Stanford, perteneció por muchos años a la facultad de Southern California, y es actualmente catedrático en la Universidad de Miami. Con múltiples publicaciones sobre la evolución de anfibios y reptiles, su papel ecológico en los bosques tropicales, y su biogeografía, impartió por muchos años el curso de ecología tropical, y ayudó a promover la creación de la OET, que presidió en los años 70. Mentor de muchos estudiantes de posgrado, ha liderado varias organizaciones profesionales y recibido premios como la medalla Archie Carr. Nombrado miembro honorario de la Academia Nacional de Ciencias de Costa Rica por su aporte a nuestro desarrollo científico y al crecimiento de la OET.
Luis Diego Gómez, botánico de la Universidad de Costa Rica, es otro de nuestros héroes, estudió también en Wisconsin, fue un experto mundial en helechos y hongos. Un verdadero humanista, manejó múltiples áreas del conocimiento como biología, arqueología, antropología, botánica, conservación, medicina tropical, historia, música y hasta cocina. Dirigió el Herbario Nacional, el Museo Nacional y la estación biológica de Las Cruces. Fue director científico en La Selva. Gran investigador, hizo giras pioneras para identificar flora y fauna en lugares no estudiados, como el cerro Fábrega, en Panamá, el cerro Chirripó y la Isla del Coco. Notable didacta, inspiró a muchas generaciones de estudiantes en la OET. Donald Stone, doctor en Botánica de la Universidad de California, se interesó particularmente en la sistemática y la evolución de plantas de zonas templadas y tropicales, incluyendo el nogal y el jengibre. Dirigió la OET por más de 20 años desde la sede de Duke University, incluyendo el crítico período 1976-1996, cuando hizo crecer a la OET a más de 50 miembros institucionales. Fortaleció la red de estaciones biológicas en La Selva, Palo Verde y las Cruces, que se convirtieron en importantes centros de investigación, lo que contribuyó a que la OET recibiera en 1985 el premio John y Alice Tyler. Fue mentor de muchos estudiantes y facilitó múltiples proyectos de investigación, promoviendo entusiasmo por los cursos y una atmósfera acogedora de las estaciones. Además de sus numerosas publicaciones, contribuyó al conocimiento de las floras de Costa Rica, Mesoamérica y China.
.A estos cinco “héroes” rendimos hoy homenaje por su gran aporte a la Organización y a la biología tropical en los últimos 50 años.
Por las estaciones biológicas de La Selva (Sarapiquí, trópico húmedo), de Las Cruces (en Coto Brus, trópico templado), y de Palo Verde (junto al Tempisque, Bagaces, trópico seco) han pasado más de 10.000 estudiantes, la mayoría de postgrado, y científicos de más de 25 países han desarrollado miles de proyectos y el estudio sistemático de los ecosistemas tropicales.
Tuve el privilegio de mantener una gran amistad con Luis Diego, admirable mezcla de científico y humanista, tenía una increíble colección de diapositivas de la naturaleza. Desde nuestra Embajada en Washington apoyamos sus excelentes, muy concurridas presentaciones, incluyendo charlas en el Instituto Smithsonian, donde también le acompañaron otros pioneros nacionales de los años 70, como Álvaro Ugalde, uno de los padres del sistema de parques nacionales; Mario Boza, autor de excelentes publicaciones ilustradas sobre los parques, y Liliana Madrigal, investigadora, quien se asoció al especialista en medicina chamán, Dr. Mark Plotkin…
Tuve la suerte de conocerlo cuando nuestro hijo, Carlos Silva, entró a estudiar a Duke University, y pasando por el campus vio un poster de la OET con un mapa de Costa Rica; ingresó al edificio y fue recibido nada menos que por su Presidente, el Dr. Stone, quien dedicó un buen rato a hablarle sobre la Organización, los estudios, tenis, “Duke basketball”-una leyenda en ese deporte. Meses después nos encontramos, me invitó a su casa y me pidió ser miembro del Consejo Asesor de la OET, a sabiendas de que yo no era científico, sino del ámbito de proyectos de desarrollo económico. Pensaba Don Stone que había que acercar más el campo científico con el económico y social, y con el empresarial. Acepté de buen grado y durante más de treinta años tuvimos una excelente relación de trabajo, que en los años 90 me llevó a presidir el Consejo Asesor de la OET y, aun más importante, a una gran amistad con este personaje inolvidable.
Mientras la OET desarrollaba sus actividades en La Selva de Sarapiquí, en la vertiente atlántica se hacían estudios para una nueva ruta a Limón por el sector del Zurquí, fue la primera en Costa Rica que requirió estudios de impacto ambiental, allá por 1973. ¿Y quienes fueron los encargados de hacerlos? Ya lo habrán adivinado: los Dres. Holdridge y Tosi, quienes junto con la firma nacional BEL Ingeniería, advirtieron que si se hacía la carretera por esa ruta y se permitía a los madereros cortar el bosque, las fuertes lluvias y suelos poco cohesivos crearían una catástrofe ecológica, por lo que era indispensable preservar el bosque como una reserva forestal de protección absoluta. Se propuso una zona protectora con un área de 1.200 km2, que se estableció mediante decreto, firmado por el Presidente Figueres y el suscrito como ministro de Obras Públicas el 7 de mayo de 1974, último día de la Administración Figueres.
Vino después el Presidente Daniel Oduber y su lugarteniente ambiental Álvaro Ugalde, quienes contribuyeron a materializar la conversión de la zona protectora en Parque Nacional, el Braulio Carrillo, en 1978, posiblemente el único parque nacional en el mundo a solo 10 minutos de la ciudad capital. El nuevo parque llegaba a unos kilómetros de la estación biológica La Selva de la OET, lo que invitaba a unir el espacio entre ambas áreas con una “zona protegida”, que diera lugar a un corredor biológico. Ahí entró en acción la OET y Don Stone, y se creó una zona protectora de 47.000 hectáreas, que permite continuidad entre La Selva y el Braulio Carrillo. Mientras, Bob Hunter había conservado su finca La Tirimbina, contigua a La Selva, que fue adquirida por el Museo de Milwaukee para mantenerla como una área protegida y bosque lluvioso demostrativo; el área contigua, hacia el sector de Chilamate, fue adquirida por la Asociación de Arquitectos Paisajistas de Bélgica, para destinar a conservación y turismo ecológico. Pudo visualizarse así el inicio de un Corredor Biológico Mesoamericano, que se extendiera hacia el norte, a las llanuras de San Carlos, al río Frío y las áreas protegidas y humedales de Caño Negro, hasta el río San Juan, para continuar por la parte oriental del lago de Nicaragua y, eventualmente, hasta Guatemala.
Se puede soñar, son metas alcanzables si logramos que prevalezca la sensatez en nuestro modelo de desarrollo futuro, con el apoyo de entidades como la OET, el INBio, Fundecor, Neotrópica, la Escuela Regional del Trópico Húmedo –EARTH-, el CATIE, las Áreas de Conservación del MINAE y otras entidades que promueven un desarrollo racional de los recursos naturales. Sea esta una oportunidad para que reflexionemos sobre la dirección que orientaría el desarrollo del país durante los próximos 50 años, en que la OET deberá continuar desempeñando un papel fundamental, y surgirán nuevos “héroes” de la Organización que velarán por la supervivencia de los trópicos y, por ende, del Planeta Tierra.
*Extracto de las palabras pronunciadas durante la cena de gala en la celebración del 50 aniversario de la OET.