En el marco del Día Mundial contra la Obesidad, que se conmemora cada 4 de marzo, es imperativo reflexionar sobre una de las mayores amenazas para la salud pública: seis de cada 10 costarricenses mayores de 20 años sufren de sobrepeso u obesidad.
Esta estadística, lejos de ser un simple número, representa un desafío monumental para nuestro sistema de salud, nuestra economía y sobre todo para la calidad de vida de miles de familias.
La situación es particularmente alarmante cuando observamos que esta epidemia silenciosa afecta ya a un tercio de nuestra población infantil: el 34% de los niños entre seis y 12 años y el 30,9% de los adolescentes presentan sobrepeso u obesidad.
Estamos frente a la primera generación que podría tener una esperanza de vida menor que la de sus padres si no actuamos con determinación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una advertencia que debería sacudir la conciencia de nuestra sociedad: de no implementar medidas correctivas eficaces, para el año 2060 Costa Rica se convertiría en el tercer país con mayor tasa de obesidad en el mundo, alcanzando un 94% de la población. Solo Samoa y Omán nos superarían en esta lamentable estadística.
Pasar de ser reconocidos internacionalmente por nuestra biodiversidad y nuestra paz a ser identificados por nuestros índices de obesidad sería un retroceso inaceptable para una nación que se precia de su sistema de salud.
Es necesario comprender que la obesidad no es simplemente una cuestión estética o de falta de voluntad. Tal como señala la especialista Sonia Cerdas, si bien es cierto existe un componente genético, son los estilos de vida los que han precipitado esta crisis.
La transición hacia dietas ricas en alimentos ultraprocesados, sumada al sedentarismo creciente, ha creado el ambiente perfecto para esta epidemia. Más preocupante aún son las complicaciones asociadas.
La obesidad es la puerta de entrada a múltiples padecimientos: diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares e incluso condiciones neurodegenerativas como el mal de Alzheimer.
A esto se suman problemas articulares, apnea del sueño y dificultades respiratorias que comprometen severamente la calidad de vida, como bien apunta la nutricionista Leslie Paola Pérez.
El decreto 44780-S, publicado por el Ministerio de Salud, representa un avance significativo. Este establece una hoja de ruta con objetivos claros: en un año las entidades de salud deberán elaborar instrumentos técnicos institucionales, para 2027 los medicamentos para tratar la obesidad deberán estar disponibles y accesibles, y para 2030 el país debe contar con el recurso humano necesario para un abordaje integral de esta condición.
Sin embargo, cabe preguntarse si estos plazos son suficientemente ambiciosos frente a la magnitud del problema. Esperar hasta 2030 para completar la implementación de un plan integral podría significar perder una generación completa en esta batalla.
El Estado debe asumir su papel rector en la promoción de políticas públicas efectivas, pero la lucha contra la obesidad requiere un enfoque multisectorial. Las empresas alimentarias tienen la responsabilidad ética de ofrecer productos saludables y proporcionar información clara sobre su contenido nutricional. Las instituciones educativas deben fomentar hábitos alimentarios saludables y promover la actividad física desde edades tempranas.
Por su parte, los ciudadanos en última instancia debemos tomar conciencia de que nuestras decisiones diarias tienen un impacto directo en la salud. La forma en que nos alimentamos, la actividad física que realizamos y los hábitos que transmitimos a las nuevas generaciones determinarán el futuro de nuestra salud colectiva.
Este Día Mundial contra la Obesidad debe convertirse en un punto de inflexión para Costa Rica. No debemos permitir que la proyección de la OMS se cumpla. Está en nuestras manos, como Estado y como sociedad, revertir esta tendencia.
La obesidad no solo es un problema de salud, es un reflejo de nuestro modelo de desarrollo y de nuestras prioridades como nación. Enfrentarla requiere valentía política, compromiso empresarial y responsabilidad ciudadana. El momento de actuar es ahora porque nuestro futuro como país saludable depende de ello.