“No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”. Con este mensaje, San Lucas centra nuestra atención en la esencia del tiempo de Navidad, Jesús es la razón de nuestro gozo y nuestra paz.
En esta Solemnidad resplandeciente de luz, de paz y cercanía divina, hemos de sentirnos espiritualmente unidos como hermanos, porque el Nacimiento de Jesús es el mayor signo de esperanza transformadora. Y pido, al Señor que nació en Belén, que se renueven los lazos de auténtico amor y solidaridad en cada una de las familias de nuestro querido país.
Aprovecho tan importante fiesta para enviar un saludo a todas las personas de buena voluntad pues, como lo manifestó el Papa Francisco para esta época en 2014, la Navidad y sus signos tocan el corazón de todos, “también de aquellos que no creen, porque hablan de fraternidad, de intimidad y de amistad, llamando a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir la belleza de la sencillez, del compartir y de la solidaridad”. En contraste con la codicia y el egoísmo imperante en el corazón de algunos, la Navidad especialmente desde su legítimo fundamento cristiano, es capaz de suscitar los más nobles sentimientos.
En nuestro país, son miles de personas que, en estas fechas, han llevado adelante proyectos de ayuda humanitaria, con generosidad desbordante para los más necesitados, provocando una sonrisa en los rostros de muchos niños, enfermos y marginados. Con la conciencia de que: ‘cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’” (Mt 25,40).
Navidad es compartir la vida, es estar junto al otro, tal y como lo ha hecho Aquel que, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; “al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos” (Filipenses 2).
Es ante todo darse hasta el extremo, que es más que dar cosas. En consecuencia, dispongámonos todos para que, en estos días, en los que se incrementa la convivencia familiar, aprovechemos el tiempo para dialogar, para compartir en familia, para fomentar el don de la unidad y suscitar compromisos sinceros para acercarnos a actitudes constructivas permitiendo al Señor nacer en nuestros corazones.
Qué hermoso será si se excluye el abuso de alcohol, todo tipo de violencia, en especial la intrafamiliar, pues si quien nace es el Príncipe de la Paz, no habrá mejor manera de celebrar su nacimiento siendo portadores de tolerancia, comprensión y respeto a la dignidad de todos, evitando entre otras cosas el abandono del que son víctimas tantos adultos mayores.
Si abrimos las puertas de nuestros corazones y de los hogares para que nazca Jesús, ciertamente tendremos una Feliz Navidad.