Ocurrió un domingo de 1997 en un hotel en cercanías de Belén de Heredia. Había llegado muy temprano de la mañana, con la posibilidad de ubicarlo en el desayuno.
Pelé arribó al país para participar en la inauguración del estadio Jorge “Cuty” Monge, en Desamparados, con motivo de los Juegos Deportivos Nacionales.
La noche antes, sábado, lo vi en el campo deportivo, al lado de José María Figueres, entonces Presidente, y su anfitrión.
Lo que creí sería ese domingo una entrevista rápida, resultó una eterna espera en el lobby del hotel donde esperé, esperé y esperaba.
Pasaban las horas matutinas y rayaba el mediodía. A Pelé no lo vi al desayuno y no creía que lo hiciera en el almuerzo.
Cinco verticales pasillos me separaban del mejor jugador del mundo: el Rey Pelé. Había que entrevistarlo, la odisea era cómo. Burlar la vigilancia era asunto difícil.
Busqué las escaleras y como un cliente más me escabullí por el segundo piso hasta llegar al tercero. El paso fue fácil. No llevaba libreta ni bolígrafo, herramientas delatoras de mi profesión u oficio. Merodeé entre el tercer y primer piso, una y otra vez, haciendo cálamo cómo llegarle al aclamado ídolo mundial.
Volví por las escaleras hasta el tercer nivel. No podía usar ascensores que me llevaran hasta el quinto. No había mucho por hacer.
Mayra Soto, destacada dirigente y exdeportista, apareció como una luz entre las puertas de un ascensor. Sabía en lo que andaba… “está difícil”, me dice.
A como pude llegué al cuarto piso, estaba en la antesala. Por ascensor subí a mi destino. La puerta se abrió y para mi sorpresa una exclusiva hilera humana esperaba su turno para conocer al tricampeón mundialista. Lo tenían calladito, solo para privilegiados. Ahí me colé como uno más. La prensa no tenía acceso.
Ingresé a la habitación en calidad de estudiante de fútbol. Era cerca del mediodía. Cara a cara quedé ante la gloria brasileña, que solo había visto por tele en México 70. Saludó con mano extendida y sin ocultar su clásica sonrisa, me preguntó… “¿Qué haces?”, “Soy estudiante de fútbol”. No hubo más preguntas… Olfateó al intruso y pidió pasar al siguiente. “Pelé, una foto”. Accedió sonriente, moviendo la cabeza de un lado a otro, como diciendo “Me la hizo”… No tenía cámara… Javier Sancho, embajador de Costa Rica en Brasil, me hizo el gran favor.
La misión había terminado… Feliz Año Nuevo.