El lunes 19 de agosto de 2024 quedará marcado en la historia. Ese día se hizo justicia por el femicidio de María Tacsan, quien habría fallecido a manos de su esposo, un reconocido médico radiólogo.
Sin embargo, esta es tan solo una pequeña luz en medio de un gris panorama. Se estima que, a junio de 2024, unas 29 mujeres habían muerto debido a sus parejas.
En Costa Rica, como en muchas partes del mundo, los casos de femicidio siguen siendo una dolorosa realidad que refleja la violencia de género y el profundo desdén por la vida y los derechos de las mujeres.
El reciente aumento en esta categoría de homicidios exige una reflexión seria y un cambio de rumbo. La respuesta a la crisis no puede limitarse a medidas punitivas; tiene que abarcar una transformación integral en la educación y en los valores que se transmiten a las nuevas generaciones.
La lucha comienza desde el hogar y se extiende a todos los ámbitos educativos. La forma en que educamos a nuestros niños y jóvenes es fundamental para construir una sociedad más equitativa y respetuosa. El respeto por la integridad de las personas, sin importar su género, debe ser un pilar desde la formación temprana.
Sin embargo, el actual modelo educativo en muchas de nuestras instituciones sigue perpetuando estereotipos de género y desigualdades que refuerzan la violencia.
Es esencial revaluar y reformar el sistema educativo para incorporar de manera efectiva la educación en la igualdad de género, el respeto y la empatía.
Esto no solo implica actualizar los contenidos curriculares, sino también capacitar a los educadores para que puedan abordar estos temas con sensibilidad y conocimiento. La educación en valores y derechos debe ser transversal a todas las materias, permitiendo que los estudiantes internalicen el respeto y la dignidad humana en cada aspecto de su aprendizaje.
También es crucial que las familias asuman un rol activo en este proceso educativo. Los hogares deben ser el primer espacio donde se enseñan y se modelan actitudes de respeto e igualdad. Padres y cuidadores tienen la responsabilidad de promover el diálogo abierto sobre temas de género y violencia, y de actuar como modelos positivos para sus hijos.
El cambio es posible, si se trabaja en conjunto, desde las aulas hasta los hogares, y desde el Gobierno hasta las organizaciones de la sociedad civil. La implementación de políticas públicas que apoyen una educación inclusiva y respetuosa es clave para erradicar los patrones de violencia que han estado presentes durante demasiado tiempo.
No podemos seguir esperando que los cambios sucedan por sí solos. Es imperativo que la sociedad costarricense se movilice para asegurar que los jóvenes costarricenses crezcan en un entorno donde el respeto y la igualdad sean la norma, no la excepción. Solo así será posible avanzar hacia una cultura donde el femicidio sea una triste historia del pasado, y no una tragedia del presente.
Erradicar los femicidios es una lucha por la justicia, la dignidad y el futuro de todas las personas. Cambiar el modelo educativo es un paso fundamental para garantizar que todos y todas habiten en un país donde se respete y se valore la vida, sin distinción de género. Es hora de tomar acción y hacer de Costa Rica un ejemplo de equidad y respeto para las generaciones venideras.