La libertad es un concepto esencial dentro del discurso humanista cristiano. Generalmente se liga a la dignidad del ser humano, entendido como persona, y al bien común.
Entre los pensadores de esta tradición se afirma que “Toda persona goza de una dignidad que le es inherente y de unos derechos y deberes anteriores y superiores al estado”. La dignidad humana es anterior a la existencia del estado y del mercado.
Como escribió Luis Bedoya Reyes: “…la dignidad de la persona humana es consustancial al acto de su creación a imagen y semejanza de su creador, y es indesligable de su libertad, de su responsabilidad y de su destino trascendente”.
Dentro de ese marco, la política debe estar orientada al servicio de la dignidad de la persona humana. La libertad entonces no debe ser absoluta sino sujeta a la responsabilidad y a la dignidad humana. La libertad permite o debe permitir que la persona se realice plenamente en su dignidad.
El humanismo cristiano se basa en la tradición aristotélico-tomista según la cual la comunidad política y el Estado deben estar al servicio del bien común, es decir el bien del todo y de las partes.
Jacques Maritain define al ser humano como persona libre: “…el hombre es persona: un universo de naturaleza espiritual, dotado de razón y libertad y un centro inagotable de conocimiento, de amor y de libertad.” Un intento de conciliar el concepto griego del ser humano como entidad dotada de razón y libertad con el concepto cristiano que define al hombre como espiritual y capaz de amar. Para el pensador francés: “Por su libertad, la persona humana trasciende las estrellas y todo el mundo de la naturaleza”.
Por otra parte, dicho ser humano no es simplemente un individuo que forma parte de la sociedad, sino que es persona, lo cual significa en palabras de Xavier Zubiri que “El hombre existe ya como persona, en el sentido de ser un ente cuya entidad consiste en tener que realizarse como persona, tener que elaborar su personalidad en la vida”. Ahora la libertad es indispensable para que dicha persona tenga la posibilidad de realizarse.
De allí que los humanistas cristianos tienden a valorar la libertad, pero no de manera unilateral y absoluta, pues prefieren balancearla con otros valores igualmente respetables, tales como la justicia, la solidaridad, el pluralismo, la tolerancia y la paz.
Así, por ejemplo, para el filósofo neotomista francés Jacques Maritain: “Los fines de la democracia son a la vez la justicia y la libertad…” y en general para los escritores que se afilian a este pensamiento “no hay libertad sin justicia, ni justicia sin libertad”, entendiendo por justicia derechos iguales para todos.
Los valores básicos del humanismo cristiano son la libertad, la justicia y la solidaridad. Los tres se exigen y limitan recíprocamente. Según estos humanistas la sabiduría política consiste en balancear esos valores a fin de construir una sociedad libre y responsable, que estará al servicio de la dignidad de la persona humana y del bien común.
Varios autores de esa tendencia humanista cristiana han promovido el pluralismo frente al totalitarismo y las dictaduras en general, sean de izquierdas o de derechas. No solo el pluralismo político, que permite y promueve la convivencia pacífica y tolerante entre diferentes partidos políticos sino también el pluralismo ideológico, social, económico, mediático, cultural y religioso.
Es decir que dentro de una sociedad democrática pueden y deben coexistir respetuosamente diferentes formas de economía, organización social, ideologías, culturas y religiones. En este contexto nadie puede arrogarse ser el poseedor de la verdad absoluta o de la única forma válida de responder a las interrogantes de la vida social, económica, política, cultural o religiosa.
Asimismo, el gran estadista alemán Konrad Adenauer vinculó a la libertad con la dignidad humana y la paz: “Paz y libertad: esas son las bases de cualquier existencia humana digna”.
*Politólogo