Ninguna persona, grupo o gobierno debiera iniciar el uso de la fuerza, amenazar con usar la fuerza ni cometer fraude contra nadie. En una sociedad libre y civilizada, la fuerza solo debe usarse moral y legalmente en defensa propia, y solo contra quien inicia el uso de la fuerza o amenaza con usarla contra otro individuo.
Partiendo de que cada ser humano es dueño de sí mismo (pues si no lo fuera, sería el esclavo de otro), debe tener la libertad para disponer de su cuerpo, su mente y sus bienes honestamente adquiridos como prefiera, siempre que no interfiera forzosamente en la vida de otra persona. Porque los demás individuos también son dueños de sí mismos, así que uno tiene el deber, la responsabilidad, de respetar el derecho de los demás de manejar su propia vida como prefieran. Nadie debe obligar a otro a actuar o pensar de la forma que quiera, aun cuando crea que es por su propio bien. Algo similar es la llamada regla de oro: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”.
Ninguna persona, grupo o gobierno debiera iniciar el uso de la fuerza, amenazar con usar la fuerza ni cometer fraude contra nadie. En una sociedad libre y civilizada, la fuerza solo debe usarse moral y legalmente en defensa propia, y solo contra quien inicia el uso de la fuerza o amenaza con usarla contra otro individuo.
Pero solo si tenemos el poder de elegir puede nuestra elección ser llamada moral o inmoral. La moralidad puede existir únicamente en la medida en que hay libertad. Por ello bien decía Friedrich Schiller que el hombre debe tener su libertad para estar listo para la moralidad; que quien nos somete a la fuerza nos niega nada menos que nuestra humanidad. Así que, fundamentalmente, la libertad significa solo esto: la ausencia del inicio del uso de la fuerza. Nada puede privarlo a uno de su libertad excepto otra persona o quienes conforman el Estado, y solo pueden lograrlo usando la fuerza.
La diferencia esencial entre la libertad y la esclavitud es el principio de la acción voluntaria versus la acción obligada. Pero una pistola no es un argumento. La razón no acepta mandamientos. Un \”mandamiento moral\” es una contradicción, porque lo moral es lo elegido libremente, no lo obligado; lo entendido, no lo obedecido.
Uso el término \”esclavitud\” porque la esclavitud es el antónimo, lo opuesto, de la libertad. Y puede ser que las cadenas no sean visibles, pero están ahí. El látigo y los sabuesos del Estado estarán fuera de la vista, pero ahí están.
Del mismo modo, y como señala García Hamilton, en la América colonizada por España, el rey decretaba que los indígenas fueran libres y bien tratados, pero eso nunca se cumplió. Eran esclavos en todo menos en el nombre: se los llamaba “libres”. Tuvieron una libertad de papel y una dignidad de tinta.
Algunos creen que la libertad es una ilusión. Pienso que esto se debe a que personas interesadas en hacerla imposible de entender, o de lograrla, le exigen demasiado al concepto de libertad, como la “libertad” para vivir sin trabajar. Pero la libertad –que defino arriba como la ausencia del inicio del uso de la fuerza- sí es posible.
La libertad comienza en la mente del individuo –sin importar el entorno en el que creció o en el que vive- y busca extenderse en el mundo externo.
En su obra, 1984, Orwell reconoce esto y muestra que los gobernantes no paran de torturar al protagonista, que piensa por sí mismo, hasta que acepta que dos más dos no suman cuatro y que el Gran Hermano (el gobernante) es bueno. También Víctor Frankl, el psiquiatra de origen judío, decidió ser libre aún en un campo de concentración nazi durante tres años; él comenzó dentro de su mente. Además, si uno acepta que no es libre ni puede serlo, no luchará por la libertad.
Al contrario, el credo de muchos de los que luchamos por la libertad es hacerle una guerra implacable a cualquier forma de esclavitud. Amar la justicia y la verdad, añorar el bien, ser sincero, pronunciar palabras honestas, familiarizarse con los poderosos pensamientos que los genios han expresado.
Cultivar la valentía y la alegría. Descartar el error, destruir los prejuicios, estar encantado de recibir nuevas verdades, cultivar la esperanza, ver la calma más allá de la tormenta, hacer lo mejor que uno pueda hacer.
Siglos de cadenas no han matado el espíritu del hombre ni tampoco el sentido de la verdad dentro de él. Pienso que a pesar de toda la oscuridad, de toda la deshonra de la que son capaces los tiranos, el espíritu humano permanecerá vivo en esta Tierra. Podrá dormir, pero se despertará. Podrá estar encadenado, pero se liberará. Y si esta noche usted apaga las luces de su hogar y enciende una vela, comprobará que toda la oscuridad del mundo no puede apagar la luz de una sola vela.
*Escritor