Estamos celebrando el tiempo litúrgico del Adviento, un tiempo de espera gozosa, que invita a la calma y a la reflexión; en el que nos preparamos a conmemorar el nacimiento del Redentor.
Por ello, considero necesario retomar algunos aspectos claves de la espiritualidad del Adviento que reflejan la riqueza y profundidad de este tiempo litúrgico:
1. Tiempo de oración: Durante este tiempo, se destaca la importancia de la lectura y meditación de la Sagrada Escritura. Se fomenta una oración confiada, reconociendo que el Señor cumple sus promesas y preparando los corazones para la segunda venida de Cristo.
2. Tiempo de esperanza: Adviento renueva nuestra esperanza recordando las promesas ya cumplidas. En estos días previos a la Navidad, la Iglesia conmemora la espera del Mesías y recuerda a figuras como Zacarías, Isabel, Juan, José y María. Este enfoque invita a mirar la historia del mundo y nuestras vidas con esperanza, buscando llevar la luz de Cristo de manera constructiva en todos los aspectos de la vida personal y social. Para preparar la llegada de la luz que “nace de lo alto”, se nos insta a abrirnos a ella, examinarnos interiormente y permitir que la luz del bautismo guíe nuestros actos cotidianos.
3. Tiempo de Reconciliación: La Iglesia, cada año, actualiza el testimonio de Juan, recordando que nuestra misión es preparar los caminos del Señor y anunciar la Buena Noticia, pero esto requiere una conversión genuina. Preparar los caminos del Señor implica asumir el papel de Juan, exhortando a la conversión y al cambio de vida, empezando por nosotros mismos.
4. Tiempo de solidaridad: La auténtica conversión implica siempre la solidaridad con el prójimo y la opción por los más vulnerables. Vivamos disponibles con quien necesita nuestra efectiva cercanía. Seamos especialmente generosos, el Adviento es una magnífica ocasión para hacer real y eficaz nuestra solidaridad con quienes sufren.
5. Tiempo de María: La primera venida del Señor se realizó gracias a ella, por ello, todas las generaciones la llamamos Bienaventurada. Hoy, nuestra mirada se vuelca en nuestra Madre, para aprender, cómo se espera y cómo se prepara la venida del Emmanuel, del Dios con nosotros. Más aún, para aprender también cómo se da al mundo El Salvador.
Durante el tiempo de Adviento, la liturgia celebra con frecuencia y de modo ejemplar a la Virgen María; exalta la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se adhirió, total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios. También, por su figura se nos ofrece la oportunidad de proclamar la grandeza de la maternidad desde la concepción.
En lugar de centrarnos en el consumismo y las festividades externas, dirijamos la atención hacia el significado más profundo de este tiempo. Cultivemos la esperanza con la preparación interior para recibir al Señor, “Luz de los pueblos” que disipa toda oscuridad. En Él encontramos el verdadero gozo.