Un joven guía francés comentaba durante una excursión que había llegado a Noruega a continuar sus estudios después de haber terminado la universidad en su país y se sorprendió ante el respeto y la formalidad de sus compañeros.
De pronto, su clase permanecía en silencio y podía escuchar al maestro que no perdía el tiempo tratando de capturar la atención de los alumnos ni gritar para hacerse escuchar. El educador tenía tiempo para compartir sus conocimientos y responder las respetuosas preguntas y dudas de quienes, con interés, seguían su clase.
En dos años de maestría, jamás escuchó una chota o una broma al maestro, quien, por su parte, se preocupaba por mantener una cercanía con sus alumnos, lo que le permitía conocer sus limitaciones para apoyarles, sus destrezas para potenciarlas y sus sueños para impulsarlos. Pero sin duda fue el respeto mutuo lo que más le impactó.
A partir de ese momento, su rendimiento y su nivel de comprensión fue mayor, sus notas mejoraron notablemente y pudo graduarse en un tiempo menor. Comentaba, no sin cierto dolor, que fue entonces cuando comprendió por qué los países nórdicos, en general, destacaban por la calidad de la educación y la formación de sus ciudadanos. Educación y formación, en valores, la fórmula simple para construir un país de primer mundo.
No hace mucho alguien comentaba cómo en estos países existe una entrada al metro en la que no se necesita pagar tiquete, es para aquellos que no pueden pagar. Yo pregunté hace unos años a un ciudadano cómo evitaban que alguien que pudiera pagar no se “colara” y, sorprendido por la pregunta, me respondió… “¿Y por qué alguien haría eso?”. Para un nórdico, es simplemente incomprensible que se rompa la ley de forma consciente y se abuse del sistema.
Cuando los valores están cimentados desde edad temprana, los ciudadanos actúan de forma correcta, sin cuestionar la ley, sin ningún tipo de vigilancia o presión, simplemente lo hacen. El respeto, sea a la ley, a los mayores, a los maestros, a las autoridades, entre pares o entre ciudadanos es un comportamiento normal y el bullying, en todas sus manifestaciones, es combatido desde las escuelas con el Programa Olweus, que comienza con encuestas en los centros educativos para recabar información sobre el nivel de acoso.
Dinamarca, Suecia, Finlandia y Noruega, se encuentran entre las naciones más felices del mundo y destacan por un sistema educativo que se ve reflejado en su cultura y desarrollo, una educación que si bien se enfoca en la formación para la producción como medio para incorporar a sus ciudadanos en la sociedad como personas productivas y responsables, se ocupa en dejar muy claro cuál es el comportamiento aceptable y las consecuencias si se infringen esas reglas desde niños.
Lo que este joven vivió es el resultado de una formación integral que comienza en el hogar y se refuerza en escuelas, colegios y universidades y termina aplicándose en todo momento de sus vidas. La educación, como se mencionó, va más allá de la instrucción sobre fórmulas matemáticas u ortografía, educación es no tiran basura en las calles, no saltarse una fila, pagar por lo que llevan aún si no está el dependiente, no hacer trampa… no parece tan difícil y, sin embargo, nos sorprendemos cuando alguien hace lo correcto o, como en este caso, el estudiantado respeta al maestro y aprovecha la oportunidad de surgir.
Me pregunto por qué nos es tan difícil aprender de estas naciones que, al igual que el Japón, han podido surgir en condiciones impensables para nosotros, como guerras devastadoras, climas extremos donde la tierra no es apta para la agricultura, con noches eternas por casi 7 meses y veranos de 5°como temperatura promedio. Sé que somos diferentes tanto como los orientales pueden ser de los nórdicos y, sin embargo, ellos han encontrado como punto de encuentro la inversión en educación, la disciplina férrea, el respeto a los valores familiares como fórmula para superar los increíbles retos que enfrentan cada día.
En nuestro país, la inversión en educación marcó la diferencia en el pasado, empero, en los últimos años no solo hemos descuidado este rubro sino que las familias han dejado a un lado la formación de las nuevas generaciones y hemos permitido que el acoso y el bullying se instale en nuestras escuelas, en las redes sociales y en la sociedad, el irrespeto es la forma de relacionarse, la formación integral es menospreciada y la brecha educativa se ensancha peligrosamente en perjuicio de los más humildes.
Es tiempo de hacer un alto y repensar los valores, la educación y la cultura que queremos heredar a nuestros jóvenes para que puedan construir el país que les quedamos debiendo. La inversión en educación es urgente, así como un cambio de actitud de los padres con respecto a la formación de sus hijos en el hogar.