Mañana es el día en que los costarricenses decidiremos quién ganará: la participación o la indiferencia, el entusiasmo, la apatía o el amor por Costa Rica, porque lo importante es que gane la democracia y se fortalezca con nuestra participación, activa, responsable y comprometida.
Recurrir a las urnas para elegir a nuestros gobernantes ha sido uno de los momentos más sublimes en la historia de los pueblos, pues por siglos quienes tomaban el mando y regían sobre vidas y tierras, llegaban al poder por “derecho divino” o por la fuerza de las armas y no es sino hasta que los griegos proponen que los ciudadanos en una asamblea elijan a sus gobernantes, que la incipiente democracia comienza a dar sus primeros pasos.
Está de sobra mencionar que en esas asambleas no tomaban parte ni las mujeres, ni los esclavos, ni los extranjeros, pues no eran reconocidos como ciudadanos; pasarían más de 25 siglos para que las democracias modernas, en los últimos siglos, reconocieran el derecho de las mujeres para ejercer el voto.
Ha tomado cientos de años instalar y perfeccionar la democracia y es cierto que no es, ni será, un sistema perfecto, aunque sí perfectible, que se reinventa y se mejora toda vez que el pueblo participa, se interesa, se involucra y se instruye para elegir de la mejor forma a sus representantes.
La democracia demanda de nosotros una participación responsable y activa, una participación en la que los intereses de la Patria se antepongan por encima de cualquier interés particular o consideración personal. La democracia se nutre y se consolida con su voto, con el mío.
Somos herederos de una larga tradición democrática que debemos cuidar y proteger por respeto a nuestros antepasados, por respeto a las mujeres que lucharon por nuestros derechos, por respeto a las futuras generaciones que tienen el derecho a heredar, de nosotros, una democracia más solida que la que nos fue entregada.
Cuando pienso en los retos que enfrenta el país, pienso en aquellos pilares sobre los que se ha levantado nuestra democracia y la grave responsabilidad que tenemos de defender el Estado Social de Derecho, así como las instituciones que velan por la pureza del sufragio, el respeto a los derechos humanos y el fortalecimiento de nuestra sociedad a través de la educación, la cultura, la economía, la salud, el trabajo digno y la protección de los sectores más desposeídos.
Pero, sin temor a equivocarme, el pilar fundamental sobre el que descansa nuestra democracia es usted, quien lleva en la sangre la vocación de paz que caracteriza al tico, que cree en el diálogo, en la igualdad y el respeto, que rechaza el enfrentamiento estéril y la violencia, que practica la solidaridad y la tolerancia, que ama la libertad y la democracia. Esta es la naturaleza del costarricense que cree en los principios y valores que han sido transmitidos de generación en generación; esta es la idiosincrasia del tico que le ha permitido construir una nación admirada y respetada en el mundo por su democracia ejemplar; este es el espíritu los hombres y mujeres que se sienten orgullosos de su pasado y agradecidos de poder contribuir con el futuro de su nación. ¡Que el Señor bendiga a Costa Rica!