El Partido Liberación Nacional (PLN) nació a la vida política con un planteamiento y un proyecto ideológico y programático sólido y claro, basado en las ideas y principios de la socialdemocracia internacional, ajustado a las realidades económicas, sociales y políticas costarricenses.
Se distinguió en las primeras décadas de su existencia por una gran vocación de estudio de los problemas nacionales y por los esfuerzos de capacitación de sus cuadros dirigentes.
Esa comprensión de la acción política permitió que el proyecto común prevaleciera sobre los personalismos y las desavenencias de sus principales líderes y contribuyó a la concordia de esos vigorosos liderazgos que captaban la simpatía de un amplio sector del electorado y aglutinaban a la dirigencia de base de todo el país.
El accionar de este colectivo político, ya sea desde el poder ejecutivo o desde el parlamento, le ha deparado ingentes aportes al desarrollo económico y social del país y sus frutos están plasmados en un sinnúmero de leyes, instituciones y obras que prestan una contribución inestimable al progreso de la nación y al bienestar de sus habitantes.
De su seno han salido la mayor parte de las ideas y los dirigentes que forjaron la Costa Rica moderna y que construyeron los cimientos que le ha permitido a nuestra nación alcanzar importantes niveles de desarrollo.
Lamentablemente, esa época de gloria del PLN fue desapareciendo y dio paso a una en la que la preponderancia del electoralismo sobre los procesos de reflexión y estudio ha incidido negativamente en la calidad de sus dirigentes y en la respuesta de ese partido a las demandas y necesidades de los costarricenses.
También los desacuerdos sobre su rumbo ideológico y el “canibalismo” entre quienes integran las estructuras partidarias han erosionado su otrora cohesión, factor indispensable para optar por resultados electorales exitosos.
La implementación de acciones que van en la dirección contraria a sus planteamientos ideológicos y programáticos, ya sea desde el Gobierno o desde la Asamblea Legislativa, ha contribuido a su descrédito y a la pérdida de valiosos aliados en el ámbito académico y profesional y en la esfera de las organizaciones de la sociedad civil, como sindicatos, asociaciones de desarrollo y cooperativas.
Pero los problemas de credibilidad y la pérdida de apoyo electoral que ha sufrido en los últimos años se deben, fundamentalmente, a la falta de probidad y a los actos de corrupción de algunos de sus dirigentes.
El escándalo de corrupción relacionado con la construcción de la “trocha fronteriza” en el último gobierno de ese partido, que no hizo más que rememorar otros del pasado, así como los frecuentes y recientes cuestionamientos éticos y morales de no pocos alcaldes, regidores y síndicos y de algunos altos dirigentes verdiblancos, le ha generado la repulsa de la mayoría del electorado. Lamentablemente, la percepción generalizada -que nos produce profunda tristeza a quienes hemos desempeñado tareas partidarias y de gobierno con verdadera vocación de servicio y apegados a los más altos valores éticos y morales- es que la corrupción está extendida por todo ese colectivo político.
Desde la vergonzosa derrota del 2014, la cúpula liberacionista hace caso omiso al mensaje claro del electorado, no hace la tarea de reflexión y autocrítica necesaria para enmendar el rumbo, minimiza los problemas de falta de probidad de algunos de sus dirigentes y no aplica los correctivos ni las medidas precautorias para evitarlos, sigue viviendo de las glorias pasadas y esa actitud es la causa de las otras dos derrotas sufridas en 2018 y ahora en 2022.
Al sumar el pasado 3 de abril su tercera derrota electoral consecutiva, a Liberación Nacional le costará mucho superar la profunda crisis que atraviesa, sobre todo si su alta dirigencia sigue ignorando las demandas de renovación y probidad del electorado y si prevalecen algunos liderazgos que la ciudadanía rechaza.
Como dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oír.
*Exembajador