En la cruz Jesús de Nazaret exclamó: ¡Señor, oh Señor!, ¿por qué me habéis abandonado?
El Sanedrín, tribunal eclesiástico del pueblo judío, integrado por setenta jueces, lo sentenció a la pena de morir en la cruz. Sentencia que ejecutó el ejército romano.
Más de cincuenta delitos le fueron achacados por los ejecutores y uno de ellos de extrema gravedad: trabajar el sábado, cuya violación se castigaba con la pena capital.
En nuestra Costa Rica -de tanto en tanto- hemos luchado por dar a los perros y gatos \”derechos humanos\” y a la basura lanzamos la herencia constitucional del ciudadano empoderados de esos mismos \”derechos\” para que los hereden la perrería y la gatunería.
¡Señor, Señor!, ¿por qué vamos a permitir que hermosos derechos constitucionales se tiren a la basura?
La sentencia en \”favor\” de Crucitas, que emerge desde la inteligencia de jueces prepotentes, es una nefasta herida al buen sentir y un merecido pensar.
Es proclamar en forma pontificia con la bendición de una institución experta en lavarse las manos -incluso hasta el codo- cuando el velar por la ciudadanía es su deber.
Trabajar el oro que se encuentra en los pantanos de Crucitas es una felonía y se castiga con la cárcel.
Desde siempre el hombre ha trabajado en busca del oro.
En La Biblia (Éxodo, 20) el verbo \”amar\” está dos veces y la palabra oro es acariciada con amor en una sucesión de palabras que suman más de l00.
Ahora una sentencia de la Sala Constitucional señala que trabajar el oro no es un delito.
Sin embargo, en algunas mentes impera la idea de que las declaraciones del Máximo Tribunal son iguales al estiércol.
Siguiendo esa pauta de la Sagrada Institución Ponciana, la Universidad de Costa Rica (hoy) debe de cerrar la Escuela de Geología porque no es permisible explotar la metalurgia en nuestro país, tampoco el petróleo y
menos el uranio y muchísimo menos el oro.
Es la misma Institución Ponciana que descuidó la extraordinaria idea de doña Laura Chinchilla de un camino a la orilla del Río San Juan y cuya ceguedad hizo brotar en el abandono el Proyecto San Lucas, cuyo edificio costaba ¢100 millones.
En el Proyecto San Lucas nuestra Institución Ponciana olvidó que ahí cerca se encuentra Costa de Pájaros, con una situación humana similar a Biafra.
Quizás por ello, el Dr. Mario Graff de Alajuela, para sembrar arroz orgánico con destino a China, se vio en la obligación de cultivar en México o en Colombia. Similar es el ejemplo que nos brinda Steve Aronson, cuya labor impone vergüenza en la mente de las mil agencias cafetaleras del Estado y nos brinda ejemplo con su Teatro Espressivo, que empalidece esa labor del Teatro Nacional.
La historia al final de la ceniza que se intenta imponer al Prisonero de Amagaa el Dr. Óscar Arias.
Qué pronto nos dimos en olvidar el premio Nobel que cambió rostro de Costa Rica ante el mundo.
Antes de su ideal, en los barrancos inmisericordes del miedo fallecían no cientos, sino miles de seres humanos a los que se les había negado el derecho de vivir.
El Dr. Arias no es responsable de la indigna situación que la citada institución hizo posible ni de que hoy a Crucitas ni siquiera se le pueda dar el nombre de una porqueriza al aire libre.
Ahí en Crucitas, sobre las arenas del oro, le hemos negado las migajas de pan a la gente más pobre de la patria. Los igual a Biafra.
¿Y por qué los hemos abandonado?