Como se sabe, la palabra crisis tiene dos acepciones: una negativa y otra positiva. Esta última tiene que ver con oportunidad, esperanza y futuro.
La verdad sea dicha: en las últimas semanas un grupo de magistrados, al principio 8, luego 10 y al final 12, dieron una batalla de principios y de valores y, lo más importante, ganaron internamente esa batalla y así triunfó la ética, la coherencia y la transparencia en la Corte Suprema de Justicia.
No comparto, por ello, las generalizaciones negativas que se hacen en las redes sociales y en algunos sectores interesados, sobre la crisis en la cúpula del Poder Judicial y menos cuando algunos, con afán politiquero y populista, piden por la prensa que “renuncien todos los magistrados”. Eso es un absurdo.
En la Corte Suprema de Justicia hay magistrados (as) que tienen algo que en este país se había perdido y que se llama integridad, coherencia y valentía. Esos valores también existen y esto debe decirse con firmeza y en honor a la verdad, en el resto de la Judicatura y el personal de los Tribunales de Justicia.
Es cierto que el escándalo llegó hasta las alturas y que, al enfrentar esa oscura y gravísima realidad institucional, el país reaccionó con profunda indignación.
Existían todas las razones para hacerlo: los tentáculos de algunos poderes políticos y empresariales, poderosos y nefastos, llegaron hasta la cúpula del Poder Judicial y, además, se mezclaron con matonismo y bipolaridad, compadrazgo y corrupción. Todo eso es cierto y muy lamentable para el país.
Pero un grupo de magistrados dijo ¡Basta!
Eso nunca había pasado en Costa Rica. Es un hecho histórico crucial y define límites precisos entre el pasado, el presente y el futuro del Poder Judicial.
Quiero dejar constancia, como abogado y como ciudadano, de mi respeto y mi agradecimiento hacia el magistrado Román Solís que lideró la investigación y que, contra todas las presiones imaginables, incluso de sus pares, con integridad, coherencia y valentía, definió los hechos como graves y aglutinó a un grupo mayoritario de magistrados, para provocar esta sacudida histórica y ejemplar de ética, rigor y honestidad en la Corte Suprema de Justicia.
Nuestro sistema democrático y republicano de vida en libertad, se fundamenta en la independencia, el prestigio y la honorabilidad del Poder Judicial.
Al escribir esta columna desconozco a quién escogieron como nuevo presidente de la Corte Suprema de Justicia. Esa decisión es de implicaciones trascendentales para el sistema de justicia en Costa Rica.
El nuevo presidente deberá enfrentar y superar, ante el país esta justificada crisis de credibilidad y, además, liderar con inteligencia, propuestas concretas y capacidad de negociación, un proceso integral y profundo de reformas constitucionales, legales y estructurales del Poder Judicial. Sin olvidar por su urgencia el tema del régimen de jubilaciones y las pensiones.
Una tarea monumental con plazo fijo: el bicentenario de la independencia en el 2021. Pero un proceso que se debe iniciar con transparencia, firmeza y determinación esta misma semana de agosto. Así es de urgente y necesario.