Hay quienes quisieran que ni siquiera se pueda entrar al recinto parlamentario con la Biblia. Quizás se sentirían muy felices si a cambio de ello llegaran los diputados con “El capital”, de Carl Marx o el librito “Rojo” de Mao Tse-tung (Mao Zedong), textos estos últimos que habría que desempolvar de los estantes de las bibliotecas, porque prácticamente nadie los lee. Todo lo contrario ocurre con las Sagradas Escrituras, cuya lectura diaria se da en todas las latitudes del mundo.
Tratan, asimismo, de estigmatizar a los legisladores que se identifican como cristianos, y los atacan de diversas maneras, intentando avergonzarlos y presentarlos como bichos raros. Pero, ¿para qué legislar si no se hace la luz de los postulados bíblicos, que promueven amor, justicia, solidaridad, espíritu de paz y perdón sincero?
En 1917, en Rusia se estableció un nuevo orden político y social y entre sus posiciones estuvo declararse ateos, es decir, se instauró un sistema que de entrada se peleó con Dios. Y ese imperio emergente apenas duró alrededor de 70 años. No hubo necesidad de las trompetas de Jericó para que se derrumbara estrepitosamente. La Biblia se trajo abajo a “El capital” así como a las obras de Lenin y de otros ideólogos de pensamiento materialista y ateo.
No obstante, aquí en Costa Rica hay quienes, anclados en el pasado, insisten en mantener esa pelea con Dios. Y se rasgan las vestiduras porque la Biblia tenga presencia en el recinto parlamentario. ¡Pero qué poco conocen la historia política de nuestro tiempo, incluidos los antecedentes de su propio movimiento! Resulta que Manuel Mora Valverde, fundador y jefe del Partido Comunista fue un lector frecuente de la Biblia. Ese conocimiento sobre las Sagradas Escrituras derivó en un acercamiento y una relación amistosa con monseñor Víctor Sanabria, arzobispo de San José, y ambos respaldaron las conquistas sociales, con base en iniciativas del Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia. Pensamiento emanado, indiscutiblemente, de la encíclica “Rerum Novarum”, publicada por el papa León XIII el 15 de mayo de 1891, hace exactamente 125 años. Y de su complemento, la encíclica “Quadragesimo anno”, de Pío XI, que salió a la luz hace 85 años, el 15 de mayo de 1891.
Por otro lado, unos 18 meses antes de asumir Calderón Guardia su cargo presidencial, monseñor Sanabria, en una carta pastoral, abogó con vehemencia por la cuestión social, siguiendo la línea de la carta pastoral de monseñor Bernardo Augusto Thiel, de 1893, conocida como “Del salario justo”. En este documento de Thiel, publicado unos 40 años antes de que emergiera el Partido Comunista de Costa Rica, la Iglesia católica aboga por el pago justo a los trabajadores y pide que ellos se puedan integrar en organizaciones (asociaciones o sindicatos) y reclama para ellos apropiadas condiciones laborales. Todo eso con base en textos bíblicos.
En una de las ocasiones en que conversé personalmente con Manuel Mora Valverde, por cuya memoria guardo gran respeto, le pregunté sus razones para ser lector de la Biblia. Y jamás olvidaré su respuesta: “la leo por el contenido social que hay en muchos de sus pasajes. Es un libro de importante lectura”. Sin embargo, hay gente de izquierda que quisiera que se expulsara la Biblia del Parlamento, y hacen mofa y pretenden descalificar a quienes la leen.
En buena hora haya diputados cristianos, quienes deberían colocar, al inicio de cada sesión legislativa, un ejemplar de la Biblia sobre sus curules, no para desafiar a nadie, sino como testimonio de la esencia de su pensamiento, y para tener presente su compromiso de llevar una vida acorde con lo que dicen las Escrituras y que si están allí, en ese órgano de poder, es para legislar a la luz de las enseñanzas bíblicas, razón primera y razón última de sus existencias.