Una jueza dejó en libertad a dos supuestos sicarios apellidados Rojas Flores y Vargas Víquez, quienes intentaron asesinar al empresario Jonathan Gabriel Castro Mesén el lunes 17 de mayo de 2021.
El ataque se efectuó en vía pública a plena luz del día en Escazú, donde ambos gatilleros abordaron a la víctima cuando se encontraba dentro de su vehículo marca BMW y sin mediar palabra le vaciaron el magazine.
Posterior a la balacera los sujetos huyeron del sitio, pero los oficiales municipales lograron detenerlo a unos cuantos kilómetros de donde ocurrió el suceso.
Los uniformados encontraron el arma del tiroteo, por lo que procedieron a dejarla en manos de la Fuerza Pública junto a los pistoleros.
La policía llevó a los hombres a ante el Ministerio Público, que se encargó de su situación jurídica.
A Castro lo remitieron al Hospital San Juan de Dios y logró sobrevivir, pero tiempo después fue asesinado en un segundo ataque por aparentemente otros miembros de la organización que planeó el atentado en Escazú.
LIBERACIÓN
Fuentes oficiales cercanas al caso adujeron que Rojas y Vargas descontaron prisión preventiva mientras el caso se mantenía en investigación, sin embargo al cumplirse el plazo interpuesto, una jueza del Tribunal Penal de Pavas decidió dejarlos en libertad.
Después de la liberación se descubrió que los imputados formaban parte de una organización criminal, por lo cual en el caso hay varias incongruencias, según una fuente que pidió su anonimato.
A esta persona le sorprende que la jueza no haya valorado que estos sujetos no tienen ningún tipo de trabajo formal que les permita tenerlos referenciados, pues evidentemente solo se dedican al sicariato.
Por otra parte, señala importante que los medios de prensa y de opinión tengan el caso a mano con el fin de que se dé a conocer el pobre sistema judicial costarricense.
“Es importante que vean la clase administradores de la ley que tenemos, donde los delincuentes están en la calle y las personas honradas si no estamos encerradas y con miedo terminamos fallecidas por este tipo de delincuentes”, criticó.
DIARIO EXTRA se comunicó con la Fiscalía para conocer su punto de vista y si buscará apelar la nueva medida, sin embargo, indicaron que el caso está en la etapa de recolección y análisis de prueba, por lo cual no es posible brindar ningún detalle en apego al artículo 295 del Código Procesal Penal. La causa corresponde al expediente 21-000544-0053-PE.
EJECUCIÓN
A mediados de mayo se registró el atentado de Rojas y Vargas contra Castro. Según la versión preliminar de las autoridades, durante la mañana el ofendido circulaba en su automóvil BMW modelo reciente y se percató de que una moto con dos supuestos repartidores exprés lo perseguía desde kilómetros atrás.
Luego los pistoleros abordaron la ventana del acompañante y sin asco le dispararon en repetidas ocasiones hiriéndolo en el abdomen. Durante la lluvia de plomo la víctima chocó contra los gatilleros, quienes fueron a dar al suelo. A como pudo Castro escapó de la escena y condujo malherido casi 3 kilómetros hasta que llegó a San Antonio de Escazú.
Frente a la entrada de calle La Pajarera solicitó ayuda a los oficiales de la Policía Municipal de Escazú, que lo atendieron y llamaron a la ambulancia para que lo trasladaran al San Juan de Dios, donde lograron salvarlo.
No obstante, fue objetivo de un nuevo ataque. Otros antisociales, al conocer que Castro había recibido el alta médica, empezaron a seguirlo hasta que lo ubicaron para quitarle la vida frente a su propia casa en el condominio Los Altos del Horizonte, Escazú.
De acuerdo con los informes preliminares de las autoridades, dos hombres entraron en motos al condominio haciéndose pasar por repartidores de comida y abordaron a la víctima con el fin de terminar el trabajo de sus colegas. Castro, al ver que lo de repartidores era un timo (mismo que usaron en la primera balacera), intentó correr, pero los sujetos le propinaron siete plomazos en diferentes partes del cuerpo.
Acto seguido, los homicidas se bajaron de las motocicletas y las dejaron tiradas al frente del cadáver para luego brincar una malla que delimitaba el final del condominio con un lote baldío, donde aparentemente saltaron para escapar.