Ante la partida Armando Manzanero, ícono de la canción romántica; Carlos Guzmán, líder de Gaviota, recordó cuanto influyó este compositor en su grupo.
“Se acerca don Armando y me dice: “¡qué bonito cantan! deberíamos hacer un disco juntos. Le invito a desayunar mañana para que lo hablemos.”
Unas cinco semanas después de ese desayuno inolvidable, me llama con estas palabras: “Maestro (así me decía él a mí, para mi congoja); tenemos que hacer el repertorio del disco, véngase con su cantante (Rogelio Cisneros) para Ecuador. Nos vemos pasado mañana en Guayaquil.”
Así era Manzanero, inmediato, ciudadano del mundo, viviendo el día a día, nada podía postergarse, ideas claras y bien definidas, siempre sabía antes que los demás lo que quería hacer y cómo hacerlo; preclaro, dicen los eruditos.
Dos días después estábamos Rogelio y yo acompañándole por tierras ecuatorianas en su gira con Nelson Ned llamada “Noche de Gigantes”. Al llegar a Quito, el Maestro me dice como en secreto: “no vayas a pagar una fortuna en este hotel de lujo, yo tengo mi suite que es inmensa”, así tuvimos el honor inimaginable de compartir habitación con el “gigante”.
Luego vino la grabación en México. Mi sobrino Danilo en la batería. En las voces mis hermanas Ligia y Giselle, el solista Rogelio, yo en los teclados, junto a varios músicos mexicanos de primer nivel, en un súper estudio, con el productor soñado por cualquier artista, nada menos que Armando Manzanero en un disco de Gaviota, después de terminar su célebre producción “Romance” con Luis Miguel.
Ese disco se titula “Mil Besos”, les recomiendo que lo escuchen, pues no tuvo mucha difusión en Costa Rica, pero esa relación Gaviota–Manzanero despertó el interés del mundo artístico y hasta generó un programa con Verónica Castro en Caracas, Venezuela.
En 1995 celebramos los 18 años de Gaviota en el Melico Salazar, con una bellísima orquesta integrada por músicos de la Sinfónica Nacional. Para esa importante ocasión llamé al Maestro Manzanero, quien gustoso viajó a Costa Rica para celebrar y cantar junto a Gaviota. Le encantaron los arreglos para orquesta que hice a sus bellas canciones, le encantó la calidez que le brindó el público costarricense y creo, sin temor a equivocarme, que a partir de entonces Armando Manzanero vivió enamorado de Costa Rica. Anduvimos por todo lado, camino a Sarchí pasamos a saludar a mi tío el Padre Francisco Bermúdez en la casa cural de Grecia. Compró tantas artesanías en Sarchí que hubo que contratar un camión para llevarlas al aeropuerto. Sentimos los fuertes aguaceros de San Carlos. Estando en El Tucano, a la hora del desayuno le dice el maestro a mi esposa Marianela: “¿Cree usted que el chef me permita entrar a la cocina?¨ Veinte minutos después nos había preparado un delicioso desayuno al estilo mexicano, con el infaltable chile que cargaba en sus propios bolsillos. Otro día, estando yo en un estudio de grabación, me llama Marianela para decirme que el Maestro me andaba buscando, que si alguien me llamaba no fuera a pensar que era una broma de mis amigos cómicos. Al rato entra la llamada: ¨Maestro Carlos, necesito que se venga como tecladista con nosotros para la próxima gira”. Claro Maestro, déjeme hacer los ajustes con Gaviota, ¿cuándo es?, ¿adónde vamos? “Es la próxima semana, a Japón”.
Así pude comprobar que la admiración por el Maestro sobrepasa el territorio iberoamericano, en Tokio le tienen un profundo respeto y muchos japoneses cantan sus canciones.
Como les dije antes, Manzanero ha tenido un cariño especial por Costa Rica y sus artistas, grabó con Gaviota y con Arnoldo Castillo, cantó con la Filarmónica y sentía una fuerte pasión por el volcán Poás. En varias ocasiones tomó un bus a las 6 de la mañana para ir a visitar el volcán.
Le gustaban mis arreglos y mis canciones. Me llevó a Venezuela como arreglista para grabar un disco con María Conchita Alonso. Mientras preparaban el disco de Arnoldo Castillo le dijo: “Tienes que incluir Qué Bonito Sería, la canción de Carlos”.