La feria de videojuegos E3, en Los Ángeles, se convirtió en el campo de batalla en el que Sony y Microsoft luchan a muerte por destacar y atraer la atención de los “gamers” y los medios. Sin embargo, la estrategia de las empresas cambió y apelan a juegos espectaculares y adictivos para vender sus consolas. Microsoft y Sony se han lanzado simultáneamente a seducir al mismo tipo de usuario, el jugador que le gusta el mando de siempre, el realismo en pantalla y sentarse en el sofá para vivir una aventura solo o acompañado.
Atrás quedaron las peleas por los controles inalámbricos y la realidad aumentada, la lucha es por despertar la curiosidad de los “hardcore gamers”, aquellos que pueden pasar semanas o meses descifrando hasta el último recoveco de un juego.
Kinect, el exitoso periférico que permite manejar la Xbox con la voz o los gestos, apenas tiene una presencia residual en E3 después de tres años siendo la estrella de Microsoft, pero no es el único.
Un caso similar ocurre con el controlador inalámbrico Move de Sony y el fenómeno del 3D que la empresa nipona se encargó de vender como una revolución para el mundo del videojuego en 2011 y que dadas las nuevas prestaciones de PS4 podría esperarse que tuviera un diferencia de precio que puede resultar determinante, aunque con la compra de Xbox One se incluye el nuevo Kinect. rol relevante.
La comunicación de Sony en E3 ha sido hasta ahora más efectista y le tomó la delantera a Microsoft tras su evento de presentación del lunes en el que lanzó una ofensiva para poner en evidencia a su rival al comentar, entre otras cosas, que PS4 sí permitirá que los usuarios se intercambien juegos de segunda mano.
El presidente de Sony Computer Entertainment America, Jack Tretton, matizó hoy esa afirmación, no obstante, para dejar claro que la decisión de bloquear o no el uso de juegos utilizados en otras PS4 será de los desarrolladores del software. Microsoft confirmó que con Xbox One ocurrirá lo mismo.
Xbox One saldrá en noviembre al mercado por $499 y PS4 lo hará en Navidad por $100 menos, una diferencia de precio que puede resultar determinante, aunque con la compra de Xbox One se incluye el nuevo Kinect.