Lo que ocurre hoy en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) con las resonancias magnéticas no es simplemente un problema operativo.
Es una expresión profunda de lo que significa gobernar sin visión, planificar sin estrategia y priorizar sin empatía. Y no, no es grave: es gravísimo.
Miles de personas en Costa Rica viven en la angustia de no saber qué les pasa, aun después de haberse sometido a un procedimiento que debería ofrecer respuestas.
El estudio ya se realizó, el equipo ya funcionó, el paciente ya esperó… pero la imagen sigue sin ser leída.
La causa: falta de personal médico dispuesto a realizar la lectura bajo las condiciones actuales de la institución.
Según reveló la Auditoría Interna de la CCSS (informe AS-Asalud-0038-2025), al menos 7.612 estudios de resonancia magnética permanecen pendientes de lectura.
“ Costa Rica no puede seguir tolerando una mora diagnóstica de esta magnitud. Postergar un diagnóstico es, en muchos casos, postergar una oportunidad de vivir “.
Esa cifra no es una simple estadística: son rostros, vidas y diagnósticos en pausa.
Son historias de pacientes que podrían tener una enfermedad progresiva sin saberlo, mientras los días pasan y su condición se agrava.
El problema no responde a fallas técnicas ni a la ausencia de equipos.
El problema es humano, estructural y político.
La auditoría identificó que los actuales mecanismos de pago extraordinario no resultan atractivos para los especialistas, lo que ha provocado una renuencia generalizada a asumir la carga de trabajo adicional.
Las jornadas de producción y los pagos por resultados excepcionales han fracasado como incentivos reales.
Esto no es más que la consecuencia de una política pública mal diseñada. La mal llamada Ley de Empleo Público, que prometía ordenar y racionalizar el uso de recursos, ha terminado por precarizar funciones clave dentro del Estado.
Si antes resultaba poco atractivo trabajar en la función pública, hoy lo es aún menos. Se ha golpeado la vocación sin ofrecer alternativas sostenibles.
Pero mientras se debate en oficinas y en plenos legislativos, hay un adulto mayor que espera, un niño que no entiende por qué no recibe atención, una madre que no puede planear su tratamiento. No se trata de burocracia, se trata de vidas.
Costa Rica no puede seguir tolerando una mora diagnóstica de esta magnitud. Es urgente que la CCSS y las autoridades nacionales revisen los incentivos, fortalezcan la gestión del talento humano y diseñen mecanismos eficaces que aseguren que ningún estudio clínico se quede sin interpretar.
Porque postergar un diagnóstico es, en muchos casos, postergar una oportunidad de vivir.