Las aguas de la tormenta Rafael han dejado su huella en los corazones y tierras de Costa Rica. Las fuertes lluvias, que no han cesado de azotar nuestras comunidades, transformaron de la noche a la mañana la tranquilidad de muchos hogares en angustia y desolación. Y, en medio de esta adversidad, cuando todo parecía perdido, emergieron las figuras heroicas de nuestros cruzrojistas, bomberos y personal de rescate, quienes, con su vocación altruista y de entrega se han convertido en el sostén de aquellos que hoy enfrentan la tragedia.
En Guanacaste, en la Zona Sur, y en cada rincón afectado, estos héroes anónimos han trabajado sin descanso.
Atendieron a decenas de personas que, atrapadas por la fuerza de la naturaleza, han encontrado en ellos no solo una mano amiga, sino una esperanza. A cada familia rescatada, a cada persona evacuada y a cada animal salvado, nuestros cruzrojistas y bomberos han ofrecido lo mejor de sí mismos, arriesgando sus vidas por el bienestar de los demás.
No hay palabras que puedan expresar del todo el valor y el amor con el que actúan, porque este es un trabajo que no se hace por reconocimiento, sino por el profundo sentido de humanidad que los impulsa.
La situación en algunas zonas ha llegado a tal punto que hay quienes han perdido todo lo que tenían.
Sus posesiones, sus hogares y, en algunos casos, sus medios de sustento se han visto arrastrados por las aguas, dejándolos vulnerables y con la mirada puesta en un futuro incierto.
Pero en medio de esta devastación, el personal de rescate no ha dejado de atender sus necesidades, brindando apoyo y contención en momentos de tanta desesperanza. Para estos trabajadores incansables, cada rescate es una vida protegida, cada evacuación es una familia ilesa, y cada animalito que logran poner a salvo representa una victoria frente a las fuerzas de la naturaleza.
La comunidad costarricense tiene una deuda de gratitud con cada uno de estos héroes.
A menudo, olvidamos que detrás de cada uniforme, de cada casco y de cada ambulancia, hay personas dispuestas a todo por ayudar, personas que dejan sus propios hogares y familias para ir a defender a desconocidos, personas que se sobreponen al cansancio y al riesgo personal.
A todos los cruzrojistas, bomberos y rescatistas que hoy están en la línea de batalla contra esta emergencia, y a cada uno de los colaboradores que han dejado su comodidad para sumarse a las labores de rescate y apoyo, nuestro más profundo agradecimiento.
Su entrega es un recordatorio de que, en los momentos más difíciles, el corazón de Costa Rica late más fuerte y más unido.
Hoy más que nunca, debemos estar con ustedes y no solo aplaudir su trabajo, sino también garantizarles el apoyo que necesitan para continuar siendo el sostén de nuestro país en tiempos de crisis.
Gracias, de corazón.
Gracias, porque cuando las aguas parecen querer arrastrar todo a su paso, ustedes están ahí, al pie del cañón, luchando por lo que más vale: la vida de cada costarricense y de cada ser que habita nuestras tierras.