Con mirada jovial y semblante alegre, Flor María Rodríguez Jiménez abrió las puertas de su hogar a DIARIO EXTRA en San Martín de Jiménez de Pococí, para conocer la pasión que une a toda una familia de generación tras generación: los animales de granja.
Desde pequeña creció rodeada de animales pues sus padres y abuelos se dedicaban a cuidarlos para venta y consumo; es por este motivo que no dudó en crear su propia granja una vez fuera del hogar.
¨De las raíces de nosotros viene esa pasión, somos amantes de los animales; es algo genético, nos lo inculcaron nuestros abuelos y padres. Actualmente toda la familia es cuidadora, todos tienen animales de granja¨, expresó.
En el patio de la casa podemos encontrar los tradicionales gallos, gallinas de guinea, polluelos, carracos, chompipes, gansos y no podían faltar los típicos cerdos para engorde.
Y es que esta mujer siempre ha sido de armas tomar. Trabajó en la época en la bananera Bandeco desde los 14 años (por más de 30 años), como selectora de banano hasta que logró pensionarse y dedicar el tiempo completo a la granja familiar.
El objetivo familiar de cuidar animales se basa en la satisfacción personal más que lograr una remuneración económica y utilizarlos para el consumo.
¨Hay personas que le dicen que no hay razón para tener animales, que no dan provecho, pero nosotros los tenemos porque nos gustan, esa es nuestra pasión y no va cambiar, aunque nos genere gasto en mantenerlos¨, agregó.
Sin embargo, en muchas ocasiones los animales han cumplido la función de brindar alimento al hogar en diversas épocas del año como en el mes de diciembre, donde los cerdos son los más cotizados para la venta y consumo.
¨Los cerdos los engordo y cuando están muy grandes los vendo. Puedo decir que siempre tengo un cerdo para los tamales y otro para los estrenos¨, expresó alegremente.
Pero otros adquieren un papel importante en el hogar y se convierten en parte de la familia como los gansos, chompipes y gallos.
Una anécdota que destaca esta amante de los animales es la angustia y tristeza que vivió cuando uno de sus gansos pasó a la casa de su hija y fue atacado por un perro.
¨La perra me agarró la gansa por el pescuezo, no para matarla, sino por jugar con ella; mi hijo Jossel Andrés trato de soltarla y luego de varios intentos quedó tirada sin movimiento. Era tratar de salvarle la vida o darle provecho para consumo, decidí que le salváramos la vida, le cosimos el pescuezo y le pedía a San Francisco que no dejara que la gansa se me muriera y luego de 3 días sanó completamente, y ahí anda como si nada le hubiera pasado¨, contó.
Otra historia fue la de una chancha que la seguía a todas partes como si fuera un perro fiel. En una de las salidas, al regresar al hogar, a la chancha le machetearon una nalga. Todos querían que fuera el platillo fuerte de la noche, incluso los vecinos, pero por el amor que le tenía optó por curarla y luego venderla.
En cambio su madre, María Isabel Jiménez Zúñiga, tuvo una experiencia triste, ya que un perro de raza doberman que estaba cuidando su hija se soltó y le mató como a 10 animales.
¨No se imagina, yo pasé llorando por más de una semana, pero luego comenzaron a reproducirse y llegaron los animales otra vez¨, agregó.
Pero lo más relevante es que esta familia singular deja claro que el cuidado de los animales es toda una aventura, hay que darles una gran dedicación para que crezcan, se reproduzcan. Pese a todo lo que tienen que realizar en limpieza y manutención, para ellos es una gran satisfacción y le da significado a su vida diaria.
¨Esperamos que esta tradición permanezca en la familia y siga con los pequeños que van creciendo¨, expresó doña María Isabel.