El Mundial de fútbol Qatar 2022 iniciará el próximo 20 de noviembre, durante un mes la atención de aproximadamente cuatro mil millones de personas estará puesta en ese magno evento deportivo.
Una vez más, y después de un proceso desgastante, la Selección Nacional de Costa Rica estará en la fiesta mundialista, para animar la pasión y la unión de la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
Por ello, quisiera plantear, desde mi corazón de Pastor y de aficionado al buen futbol, algunas inquietudes que considero oportunas para la reflexión:
Primero, por muy entusiastas que seamos, no perdamos la perspectiva de que estamos ante una fiesta del deporte, y no una guerra o una lucha hegemónica en donde para algunos, incluso la soberanía, la honorabilidad y hasta los valores patrios están en riesgo.
Segundo, junto con su esfuerzo, las selecciones ejemplifican principios, actitudes y valores significativos para la sociedad; tales como, la disciplina, la colaboración, la perseverancia, el control, la fortaleza y otros. También la fe es importante no solo en el campo de juego, sino también en todos los aspectos de la vida.
En este sentido, para la Copa de Brasil 2014 el Papa Francisco nos enseñaba: “El fútbol puede y debe ser una escuela para la formación de una «’cultura del encuentro’, que conduzca a la armonía y a la paz entre los pueblos.”. Por eso, qué hermoso pensar que nuestros seleccionados se conviertan en embajadores de nuestra tierra de paz.
Tercero, la constancia siempre trae resultados positivos, pero incluso en la derrota puede haber una victoria. “Tomen las derrotas con madurez, porque esto los hace crecer, los hace entender que en la vida no todo es dulce, no todo es ganar. A veces se experimenta la derrota. Y cuando un deportista, una deportista, sabe superar la derrota de esta manera, con dignidad, con humanidad, con un gran corazón; esto es un verdadero honor, una verdadera victoria humana” (Papa Francisco, 31 de mayo 2021).
Cuarto, la cita mundial es una fiesta de fraternidad entre los pueblos, que es siempre una esperanza para la humanidad, pues deja al descubierto que el diálogo, el entendimiento y el mutuo enriquecimiento humano, son posibles cuando hay voluntad para construir una sociedad más pacífica y fraterna. Además, el deporte siempre ayuda a poner en contacto a las personas, que, a pesar de proceder de entornos distintos, se unen y luchan por un objetivo común. Así, aprendiendo las lecciones que nos enseña el deporte, todos seremos ganadores.
Quinto, unámonos como gran familia costarricense apoyando a nuestra Selección Nacional, incluso con nuestra oración, para que estos jóvenes se sientan acompañados y fortalecidos en esta extraordinaria experiencia.
Dios bendiga a nuestra Selección Nacional, y que sus jugadores lleven en sus corazones el amor maternal y la compañía de la Santísima Virgen María, Reina de los Ángeles, nuestra Negrita.
*Arzobispo Metropolitano