La elección del Dr. Fernando Cruz como presidente de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica no puede ser más afortunada. Se trata de un hombre honesto, inteligente y valiente, tres atributos que cuesta mucho encontrar juntos en estos tiempos.
La mayoría de las personas andan por la vida con uno o dos de esas características. Pocos realmente ostentan las tres. Algunos transitan por la vida sin ninguna de ellas.
En momentos complicados como los que vive el Poder Judicial, era la persona más indicada para tratar de recomponer y arreglar un sistema de justicia y, en especial, una Corte Suprema de Justicia en entredicho y desprestigiada.
El daño que muchos de los magistrados involucrados en el caso del Cementazo y sus secuelas le han hecho -no únicamente a la credibilidad del sistema judicial- sino a la democracia misma, es grande. La pérdida de confianza en la democracia empieza con la pérdida de confianza en las instituciones, tal y como ha demostrado el Latinobarométro, dirigido desde Chile por Marta Lagos ya hace más de dos décadas. El nivel de confianza en la democracia en Costa Rica era casi del 90% a mediados de 1980. Hoy apenas llega al 60%.
La reciente elección de Fernando Cruz, la elección de Emilia Navas hace unos meses, la salida de un antiguo Fiscal General, el encausamiento o renuncia de varios magistrados complicados en el tema del cemento y su complejo nudo judicial, demuestra que la fuerza de la sociedad civil es grande. Muy grande.
Hubo un momento hacia el mes de agosto o setiembre del año pasado -hace menos de 12 meses- que la trama del Cementazo y su nudo de protección (red de cuido la llaman algunos) parecía infranqueable. Muchos personajes del anterior gobierno y también de distintos partidos políticos, incluidos PAC, PLN y PUSC, aparecieron en distintos roles de esa trama bizarra, protegidos por un antiguo Fiscal General y por el propio Poder Judicial y una sus Salas.
Sin embargo, bastó que la sociedad civil, algunos medios de comunicación y periodistas acuciosos y batalladores, así como algunos valientes patriotas (pienso en el extraordinario trabajo del exmagistrado José Manuel Arroyo) dieran una batalla sistemática y todo cambió en menos de 12 meses.
Se logró lo que parecía imposible. Romper un sistema de intereses que parecía infranqueable, un castillo kafkiano impenetrable y cerrado (como la metáfora del agrimensor K.), un nudo de corrupción y altos negocios que parecía impenetrable y cerrado.
Y todo cambió en los últimos meses y la elección de Fernando Cruz es parte de esa limpieza y ese restablecimiento.
Parecería que, hasta el momento, David, representado por la ciudadanía, venció al gigante Goliath, representado por el Estado, secuestrado, maloliente y podrido por la corrupción. Esperamos que este saneamiento siga adelante.
La gran enseñanza de esta historia que es que nos recuerda un principio básico de la democracia: la soberanía está en el pueblo. Que cuando la ciudadanía encuentra su voz para reclamar sus derechos, casi todo cae, hasta los entramados más oscuros y corruptos.
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