Lo principal es celebrar con amor, fe y esperanza el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Pero este año, a la vez, hay que sacar un poquito de tiempo para pensar en Costa Rica y en los complejos escenarios que se viven en el vecindario de América Latina y en nuestras relaciones de país y de sociedad con las fuertes controversias culturales e ideológicas por las que atraviesa el mundo y la condición humana, en todas las direcciones de la geografía.
Nunca antes, como en los últimos tiempos, hemos tenido acceso a tanta información y nunca antes, igualmente, esa información se ha utilizado para el bien y el bienestar o para el mal y la confusión en el ser humano. La vida se ha vuelto un torbellino de ideas, propuestas, debates, acciones y reacciones en uno y otro sentido. Todos los días y a cada instante, está a prueba nuestra capacidad de “pensamiento crítico” y el saber analizar, diferenciar y optar correctamente o no saber hacerlo y equivocarnos en las decisiones diarias.
Más que nunca antes, como sabiamente dice nuestro pueblo, es cierto que “no todo lo que brilla es oro”. A veces y por la magia de la información y las comunicaciones, sentimos e interiorizamos que todo lo que sucede está cerca y nos concierne directamente, aunque los hechos y las realidades estén muy lejanas. Las tecnologías transformaron al mundo en una “aldea global” y todo nos concierne y nos obliga a pensar, decidir y muchas veces, incluso, a actuar.
Ahora, en el presente, vivimos intensamente y a plenitud, en un simple teléfono celular, una nueva era digital y lo que, hasta hace muy poco tiempo nos parecía imposible, es una realidad con la que convivimos en nuestra casa, en el trabajo y en nuestras relaciones con los otros. Atravesamos y somos parte de un enorme y complejo cambio cultural global y eso implica profundos retos insoslayables para la sociedad y para cada uno de nosotros individualmente.
Estas fiestas de Navidad son, por ello, diferentes y casi que inéditas frente al pasado reciente. En el descanso de estos días, tenemos que reflexionar e incorporar a la agenda nuestros legítimos y justos propósitos personales y familiares para 2020, sin dejar de lado una reflexión a fondo sobre las nuevas y cambiantes circunstancias que está viviendo la humanidad en este tiempo.
En ese espíritu más amplio, en familia y con nuestros seres más queridos, celebremos con austeridad, alegría, mucha fe y gran esperanza el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, su vida ejemplar y sus enseñanzas superiores llenas de amor, sabiduría y entrega, hasta su sacrificio final en la cruz por la salvación y redención eterna de cada uno de nosotros y de toda la humanidad, para cumplir así con el mandato divino y la profecía de las Sagradas Escrituras.
¡Para todos, Feliz Navidad y la mayor prosperidad y felicidad en el año 2020!
…¿Y usted qué opina?