Ni el cansancio, el sueño o los kilómetros de distancia pudieron quebrar la fe de los romeros que llegan a Cartago desde distintas partes del país.
Con lágrimas en los ojos, abrazos y muchos pasos de fe algunos peregrinos caminaron por días con un solo objetivo, el de llevar sus plegarias y agradecimientos a la Patrona de Costa Rica.
Uno de los primeros grupos en llegar fue el proveniente de Pérez Zeledón, en el que sus integrantes caminaron cientos de kilómetros hasta La Vieja Metrópoli.
Armando Castillo fue de los fieles más conmovidos, quién manifestó que recibió un milagro por mediación de La Negrita.
“Salimos hace cuatro días desde la Catedral de Pérez Zeledón. Son muchas horas de camino y en mi caso cumplimos una promesa que hicimos hace diez años.
Mi hijo tuvo un problema de salud y por la intercesión de la Virgencita, él está sano. Cuando era bebé tuvo un sangrado en el cerebro y se esperaba lo peor, incluso lo iban a operar de emergencia, pero gracias a Nuestra Señora, hubo un milagro. No importa el cansancio ¡aquí estamos! Desde Pérez salimos más de 850 personas”, relató.
Otros que se vieron conmovidos fueron los romeros de San Vito de Coto Brus, los cuales caminaron durante 9 días.
“Vengo por agradecimiento. Le pedí un trabajo a la Virgencita y antes de venir a la Romería me concedió una plaza en el Hospital San Juan de Dios. Fue un camino muy largo, con ampollas, dolor, hambre, pero principalmente con fe. Ella nos cuidó en carretera.
Entrar de rodillas es realmente conmovedor. La Virgencita nos cumplió. También me curó de epilepsia. Curó a mis papás y familiares”, dijo Jorge Azofeifa.
“Caminamos desde la Zona Sur pidiéndole a Nuestra Madre por salud y agradecimiento. Llegar a la Basílica es una alegría inmensa, le pedimos que nos cuide todos nuestros días”, secundó el romero Walter Rodríguez.
El último grupo de peregrinos que vio de fuera del Gran Área Metropolitana, provino de Monteverde.
“No nos importó la distancia, salimos el viernes a las 9 de la noche. Lo más difícil de superar es el sueño y el frío, es una experiencia muy dura, pero a uno lo mueve la fe. Llegando aquí no hay dolor. La Negrita siempre nos cuidó y nos puso a personas en carretera que nos ayudaron, fueron ángeles para nosotros.
El solo abrir los ojos, ya es un motivo para venir aquí a la Basílica. Al principio, pensaba que no podía caminar descalzo, pero gracias a Dios lo pude hacer”, dijo Jonathan Mata, peregrino del nuevo cantón.