Con una fe inquebrantable, un grupo de 45 romeros peregrinaron desde Tilarán hacia la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles. Antes de salir, los romeros participaron de una misa presidida por monseñor Manuel Eugenio Salazar, obispo de la Diócesis de Tilarán-Liberia.
Los motivos para hacerlo son varios: algunos van por peticiones personales, otros sirven de mandaderos y llevan los ruegos de vecinos y amigos a los pies de La Negrita, mientras otros cargan agradecimientos y promesas hasta Cartago.
El trayecto es largo, son 217 kilómetros en siete días. Para evitar golpes de calor, los peregrinos caminan durante la noche y la madrugada, además, sus pertenencias son resguardadas por un camión que los acompaña durante el trayecto.
El tramo más difícil, según los fieles, es desde Puntarenas hasta San Ramon subiendo por Cambronero. El sueño, el hambre, el frío, las necesidades fisiológicas, los conductores imprudentes y los peligros nocturnos son sus principales enemigos.
“Es una Romería bastante dura, se caminan unos 47 kilómetros diarios. Para nosotros, esto es un acto de fe, devoción y amor por nuestra Virgen. Yo llevo unas 25 cartas de amigos y familiares que me han pedido que lleve peticiones, ¡es una gran responsabilidad!
En mi caso, pido por la paz de Costa Rica, la unidad de las familias y mi salud, también por agradecimiento, porque a una hija le dio cáncer y fue sanada por intercesión de la Virgen, las oraciones hicieron que ella saliera de eso, ¡estaba desahuciada!, pero aquí está entre nosotros”, relató Omar Álvarez, de 73 años a DIARIO EXTRA.
“Tenemos una enorme gratitud por La Negrita. Este es nuestro cuarto año de ir hasta Cartago, le agradezco a la Virgen por mi salud y la de mi familia, hace muchos años estuve muy enferma de cáncer y aquí estoy. Es un acto de amor, un sacrificio”, secundó Jenny Núñez.
El romero más joven es Diego Alejandro Rojas, a sus 11 años asegura haber recibido un favor desde los cielos e incluso impulsó a sus padres a salir en caminata desde Tilarán. Dijo haber pedido permiso en la escuela para poder ir a Cartago, además, sus compañeros le facilitarían lo visto en clase una vez que regrese a Guanacaste.
“Mi abuela estaba muy mal, tenía una enfermedad de por vida, además, se había quebrado, entonces, le pedí a la Virgen que ella estuviera bien. Cuando la operaron, también le pedí que no pasara nada y gracias a Dios, todo salió bien”, mencionó.