La disputa por los impuestos y la intención del gobierno Solís Rivera de aprobar un nuevo paquete antes de que finalice este periodo es el tema candente y parece que tendrá cuerda para rato, pues nadie dará el brazo a torcer antes de que se regulen las pensiones de lujo y los gastos del sector público, se sancione con mano dura el contrabando y se controle la evasión fiscal.
Ya comenzaron los dimes y diretes del tercer periodo de gestión, con toda razón el presidente de la Asamblea Legislativa, Antonio Álvarez Desanti, sale a desmentir al Poder Ejecutivo y en especial al ministro de la Presidencia, Sergio Alfaro, pues se dejaron decir que la reforma fiscal tendría trámite rápido. Eso le paró los pelos a más de uno.
El legislador no se quedó callado, por el contrario, le recordó al gobierno que aquí no habrá más cargas tributarias; si no se zocan la faja y se regulan los excesos, el proyecto que tanto desean quedará engavetado.
Ahora el tema se puso cuesta arriba, pues Rosibel Ramos, del PUSC, sigue al frente de la Comisión de Hacendarios y por todos es conocida su posición respecto al paquete fiscal.
Ella promete diálogo, pero no dará el brazo a torcer cuando de poner en cintura a la administración pública se trata.
Entonces el Poder Ejecutivo tendrá que replantear su estrategia y dejar de andar predicando en cada actividad y en cada comunidad a la que va la necesidad de más impuestos, pues como se dice popularmente, “mucho ring ring y nada de helados”, ya que poco se hace para demostrar la verdadera intención de acabar con el despilfarro como para pedir más dinero a los ciudadanos.
Los profesionales liberales siguen riéndose de Hacienda en su cara.
Para muestra un botón: cada cita con los médicos y los abogados en su mayoría hay que pagarla en efectivo y pedir factura es un sueño. Eso evidencia que primero deben afinarse los mecanismos de recaudación.
Ni que decir de las grandes empresas que por años le amarran el perro al Estado, esas que generan miles de millones de ganancias y parece que son invisibles, pues curiosamente no reciben la visita de los inspectores fiscales para ponerlas en regla. No, más bien les dan un voto de confianza con la conciliación y sigue la fiesta de la evasión.
Es más, la ley protege a estos sinvergüenzas, y aunque evadir impuestos es un delito como cualquier otro, no pueden darse a conocer las listas de quienes tienen a este país en la cuerda floja. ¿Por qué? Porque son parte de las alcahueterías jurídicas a las que nadie les mete mano para corregir.
Entre más plata deben al país, más resguardo legal tienen. En cambio a los empresarios que la pulsean, los que están generando puestos laborales, a los trabajadores de clases media y baja, a esos de golpe les bajan los impuestos, sin derecho a reclamar.
Pero mientras hacen el intento desde la Presidencia por convencer a los costarricenses de que se debe pagar más si se quiere vivir mejor, un montón en el gabinete no se bajan del avión.
Qué rico es viajar y cuando se hace con plata ajena ha de ser mejor.
El gobierno no se enfrentará a un ambiente óptimo y receptivo hasta que dé el ejemplo de lo que significa contener el gasto, pues mientras siga gastándose lo poco que, según ellos, hay en las arcas del Estado, nadie estará feliz de pagar un cinco, pues eso a la fecha no se traduce en mejor calidad de vida.
En materia de contrabando las bandas hacen de las suyas, hay que ver lo que pasa por las franjas fronterizas a vista y paciencia de muchos funcionarios, algunos corruptos, otros intimidados y unos pocos con agallas para denunciar, pero no vale de nada.
Furgones cargados de productos que no pagan impuestos entran a Costa Rica y los venden en grandes comercios, también conocidos por las autoridades, pero que operan por la libre.
¡Qué bueno sería saber cuántos procesos tiene la hacienda pública en los tribunales! Hasta la fecha poco se conoce de tales trámites y de sus sanciones, pues la ley una vez más la protege de la mala imagen.
Si los encargados de cobrar impuestos no dan muestras de que están trabajando duro contra los carebarro que evaden impuestos, entonces nada de lo que digan convencerá a nadie.
Esa urgencia de recortar el déficit fiscal se retrasará más que nunca ante la poca voluntad de quienes administran la hacienda pública y la inoperancia, pero también por la concha que a los evasores les va creciendo por la deficiencia del sistema, que tanto perdona.
No pagarle al fisco es robar, no cabe otra calificación, y ante tal acción el peso de la ley recae sobre algunos, mientras que otros muchos siguen dándole tanda y sacando provecho.
Este país pagará los impuestos que sean necesarios para progresar y desarrollarse como lo hacen otras naciones cuando desde el gobierno haya señales de eficiencia, pero antes todo será una eterna disputa.