“Los alumnos tuvieron que lidiar con huelgas interminables, además con un año de pandemia, el cual para muchos fue perdido porque casi ni pudieron conectarse a clases, hicieron las prácticas en la casa sin explicación y los pasaron de grado a pesar de que iban sancochados”.
Todos los años cuando termina el curso lectivo escuchamos a muchos padres y alumnos quejándose de que las pruebas de bachillerato son un coladero, que a muchos jóvenes se les trunca la vida por un simple examen.
Sin embargo, no podemos perder de vista que de alguna forma estas pruebas también son una manera de dejar en el camino a algunos alumnos que no están preparados para cursar una carrera universitaria y mucho menos para entrar a la vida seria.
Suponemos que en vista de esto las autoridades del Ministerio de Educación Pública decidieron cambiarlas y en su lugar implementar una evaluación para el Fortalecimiento de Aprendizajes para la Renovación de Oportunidades (FARO).
Lo que pasa es que aquí todo parece hacerse a trompada de loco. Prueba de eso es el inicio de estas pruebas el martes, ya que reportaron que a un centro educativo no llegaron bien y tuvieron que sacar copias.
Situación extraña, porque al parecer el MEP tiene muchos meses de estarse preparando para este método que vino a sustituir los exámenes de bachillerato, pero al parecer esta nueva modalidad no convence al estudiantado ni a los padres de familia.
Para muchos todo viene a complicarse aún más porque en el caso de las ciencias antes cada uno escogía qué materia quería presentar, en cambio ahora van a tener ítems de Biología, Química y Física.
Las otras dos materias que se van a aplicar quedan iguales porque son Español y Matemáticas, las cuales les serán aplicadas en estos días a los quintos grados de primaria y décimo año de ciertos colegios.
Los padres se cuestionan por qué aplicar esas pruebas a estos grados, tomando en cuenta que antes en la escuela no se presentaba nada y en el caso de los colegios quedaban para quienes cursaban undécimo o duodécimo año.
El mal de muchos consuelo de pocos es que a quienes no les vaya bien en esta oportunidad tendrán el chance de repetirlas el próximo año, situación bastante particular por lo mal preparados que vienen la mayoría de los alumnos de los centros educativos públicos.
Ellos tuvieron que lidiar con huelgas interminables y además con un año de pandemia, el cual para muchos fue perdido porque casi ni pudieron conectarse a clases, hicieron las prácticas en la casa sin explicación y los pasaron de año a pesar de que iban sancochados.
Al fin y al cabo si nos preguntamos cuál es el beneficio de estos exámenes aún no lo encontramos porque quienes los pasen y en 2022 estén en su último año de colegio igual deben aprobarlos, entonces no entendemos la diferencia con lo que ya de por sí ocurría.
Esperemos que luego no nos demos cuenta de que por falta de planificación este sistema no solo no funciona, sino que logra que todos los alumnos pasen sin estar preparados para el mundo real. Y con esto sea peor el remedio que la enfermedad.
Hay que sentar las bases para hacer cambios reales y no sean de momento para tapar un hueco y destapar otro, como ha pasado en la historia costarricense.
Hay que tener mucho cuidado con los temas de educación, pues los años anteriores producto de la huelga y la pandemia se cambiaron los porcentajes para darles ventaja a los alumnos. A muchos los pasaron y ahora no son los mejor preparados.
A pesar de la ayuda que recibieron muchos ni tan siquiera llegaron a la nota mínima. Esto quiere decir que los estudiantes dejan los pelos en el alambre y hay casos que ni les alcanza para eso.
Estos escenarios solo nos hacen pensar una cosa: la educación que están recibiendo los niños y jóvenes en este país no es la mejor, por lo cual nos parece que antes de cambiar de metodología de evaluación deberíamos prepararlos mejor.