De muchacho, y con tres amigos de secundaria, nos fuimos un día para la isla de Solentiname a conocer al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal. En el camino, a orillas del río Medio Queso, a este lado de la frontera, pasamos unos días con el gran José Coronel Urtecho y ahí, en su finca, entre los libros de su monumental biblioteca, magistralmente nos enseñó que las diferencias y los problemas, entre los seres humanos y los pueblos, solo se resolvían en el tiempo con libertad y educación, al comparar la vida de Pedrarias Dávila, el analfabeto y cruel conquistador español de Nicaragua y, Juan Vásquez de Coronado, el alfabeto educador y conquistador español de Costa Rica.
En estos días, recordé esa anécdota lejana de mi vida, al leer en la prensa que Daniel Ortega pasó una reforma constitucional para que su esposa Challo ocupara el cargo de copresidente y, en tal posición, asumiera la Jefatura del Poder Legislativo y el Poder Judicial.
El paso siguiente y cercano, imagino, será erigir estatuas y monumentos para sustituir los horribles árboles falsos y de hierro de Managua y llenar las plazas de León, Granada, los caseríos y hasta las isletas del lago de monumentos a la gloria eterna y divina de Daniel y Challo, en diferentes posiciones o a caballo, como aquella estatua ecuestre que los heroicos combatientes sandinistas y el pueblo derrumbaron del viejo Tacho Somoza, en los días históricos del triunfo de la Revolución Sandinista. Esas cosas exuberantes y surrealistas, ese culto loco, absurdo y ridículo a la personalidad del líder y ese control dictatorial del “poder político” solo son comparables a los de la familia Kim y sucede en Corea del Norte, un país estalinista, en donde un gordillo libidinoso y mal portado de estudiante secreto en Francia heredó el poder que conquistó con las armas su abuelo y continúo su papá y ahora disfrutan él y su hermana, en castillos y lujos extravagantes como las antiguas monarquías asiáticas, apuntalados por un poderoso y numeroso ejército, armado hasta los dientes, y una sociedad fanatizada y adoctrinada en el más absoluto y total “culto a la personalidad”.
¿Será ese el destino de Nicaragua? ¿Terminará Nicaragua y la familia Ortega Murillo, como los Kim de Corea del Norte o acabarán como la sanguinaria y brutal dictadura de 50 años que se derrumbó en Siria, de la familia El Asad?
¿Habrá algún día democracia en Nicaragua?
¿Y usted qué opina?