Ahora que tenemos alumbrado de Navidad se puede ver con más luz la realidad de nuestro entorno. Es evidente que el espíritu de esta época del año puede fácilmente degenerar en la locura del consumo impulsivo.
No obstante, hay muchas personas que han comenzado a cuestionar el alto consumo desenfrenado que caracteriza a la temporada de la Navidad.
Algunas abuelas, recordando la simplicidad de navidades pasadas, donde la escasez unió más a la familia, sugieren que lo mejor sería abandonar la entrega de regalos y hacer que la Navidad sea simplemente un tiempo de convivencia familiar.
El verdadero sentido de la Navidad consiste en reconocer que es un momento oportuno para agradecer a Dios todo lo bueno que nos pasó, sobre todo el don de la vida, mirar con óptica esperanzadora todo el camino que nos falta por recorrer, acercarnos a nuestros seres queridos y convertirnos en personas más humanas y sensibles.
La Navidad es una celebración de la encarnación de Dios en nuestro mundo. Desde las imágenes de nuestros nacimientos sabemos que el Niño Jesús nació en un pesebre, rodeado de animales de granja, pastores y hombres sabios, pero muy rara vez consideramos las condiciones y realidades históricas de esa escena.
La Navidad es una época de celebración y sin duda alguna diciembre es uno de los meses más preciosos del año. La razón es sencilla: es el mes en que se celebra la Navidad, y casi todo el planeta reconoce el nacimiento del personaje más famoso de la historia, ese personaje es el propio Señor Jesucristo.
Estos días de Navidad deberían traer a nuestra meditación el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre, en esta fiesta de la Sagrada Familia que ve amenazada la vida de su hijo, toda la familia está llamada a ser el santuario de la vida y la esperanza de la sociedad.
Es precisamente en los entrañables días navideños y paradójicamente en torno a quien nació en un pobre pesebre y predicó la humildad, la caridad y la austeridad, es cuando nos percatamos de la existencia de la cercana pobreza, pues durante el resto del año apenas la notamos.
Él es el Salvador del mundo y es el regalo más grande que Dios pudo hacerle a la humanidad, según el evangelio de Juan, que dice \”porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que crea no se pierda, mas tenga vida eterna”.
La Navidad es sinónimo de vida y presencia de múltiples emociones, recuerdos agradables sobre el pasado, muchas anécdotas que contar. Es tal vez el momento más oportuno para hacer la paz y reconciliación entre las personas, debido a que todos sin excepción se encuentran más sensibles y dispuestos a compartir, negociar, dar y recibir.
Finalmente, la Navidad es la fiesta más celebrada por los cristianos y es el recuerdo más universal y más gustado que se tiene de Jesucristo porque desciende, permanece y toma la condición humana para abrirnos las puertas del cielo.
*Director ejecutivo Asociación Salvemos el Río Pacuare