El objetivo primordial del noviazgo es que tanto él como ella puedan conocerse a fondo.
El amor ha cambiado de cara. Hoy las rupturas abundan por doquier y muchas nos sorprenden, porque cuesta entender cómo aquellas parejas que tuvieron noviazgos intensos, que se comían a besos en cualquier sitio y con candente emoción dieron votos de “amor eterno,” en cuestión de un puñado de meses se convierten en enemigos a ultranza.
Escuchar cómo se queja uno del otro, cómo atizan rencores, cómo son incapaces de llevar una vida tan siquiera armónica y, mucho menos, emocionalmente edificante, genera miles de interrogantes.
Frases como: “con él no se puede”, “ella es insoportable”, y mil vituperios más, florecen con una facilidad asombrosa.
La lista de defectos que se señalan uno a otro y los resentimientos acumulados es tal que de inmediato surge la pregunta: si eran tan diferentes, ¿por qué se casaron, por qué fueron al altar, por qué escogieron estar juntos? ¿Por qué te casaste con él si es un ogro malo y ruin? ¿Por qué la escogiste si ella es la auténtica bruja del cuento? Ante estas interrogantes, la respuesta ingenua, pero verosímil, suele ser: “no nos conocíamos bien”, “no sabía que era así”. Esa es la verdadera enseñanza que debemos aprender.
El noviazgo dejó de ser simplemente una etapa de diversión y se ha convertido en una etapa de conocimiento. Justo en este periodo debo develar los rasgos y las características de la persona amada, con el fin de saber si son los que quiero en una pareja para llevar la vida que anhelo.
De igual modo, es la etapa idónea para que me conozcan, para darme a conocer en toda mi expresión, sin aparentar, sin falsas poses ni desplantes.
El objetivo primordial del noviazgo es que tanto él como ella puedan conocerse a fondo antes de tomar decisiones importantes, como la vida en común, casarse o llamar a la cigüeña.
Hoy los retos que se enfrentan en la vida en común son realmente arduos. Hoy formar y conformar una familia es una labor difícil y compleja. Se debe cumplir como esposos, como padres y, además, estar a la altura en materia sexual y emocional. Nunca antes en la historia se habían pedido estas tareas de esa manera al vínculo marital. Las exigencias son mayores y, precisamente por eso, los fracasos resultan cuantiosos.
Cuando en el nombre de una ilusión pasajera o de un cariño intenso pero incipiente tomamos decisiones apresuradas, como consecuencia, surgen enfrentamientos, disputas y separaciones.
Al amor se le puede pedir todo, pero a su tiempo.
El tiempo es el verdadero aliado del amor. A los sentimientos, a la empatía, a las emociones, hay que dejarlos madurar. Deben cuajar, solidificarse. Debemos conocernos antes de dar un nuevo paso. Se debe vivir cada etapa antes de asumir un proyecto de vida en común.