El costo de la vida para los costarricenses se torna cada vez más difícil y no porque tengan lujos, sino porque vivir o subsistir en Costa Rica es muy caro.
A finales del mes anterior subieron el gas, las gasolinas, y el dólar sigue un ascenso desmedido. A eso súmele que cuando se incrementa el precio del combustible aumentan los productos de la canasta básica.
Llegamos al punto en que comer arroz, tomate, huevos, pan salado, sandía, pechuga de pollo y otros productos se convierte casi en un lujo, es como decidir “vayamos a degustar caviar y champaña”.
Basta salir a comprar el diario para ver lo mal que estamos: el dinero no nos alcanza, pues los productos y alimentos se dispararon. El dinero con el que antes adquiríamos bienes para dos semanas ahora con costos nos rinde para una.
Prueba de eso es que, según un análisis realizado por el Observatorio Económico y Social de la Escuela de Economía de la Universidad Nacional, los ticos necesitan por lo menos ¢6.560 más por cada ¢100 mil para cubrir necesidades.
Esto quiere decir que el poder de compra de los costarricenses ha caído entre un 3,7% y 8% y lo peor de todo es que el aumento de salarios que se ha dado no llega a cubrir un gran porcentaje de lo que se ocupa ahora para comprar lo mismo que hace 2 años.
Durante ese lapso o quizá desde antes la situación económica de los ticos va como el cangrejo, para atrás, porque los salarios no crecen al ritmo de los gastos y no es un tema de lujos porque muchas veces ni siquiera es eso lo que busca la gente, sino tener una vida digna.
Esto se da en los casos de quienes reciben un salario bien pagado, según lo que ordena el Ministerio de Trabajo, sin embargo, no todo mundo cuenta con la misma suerte y muchas veces no llegan ni a las remuneraciones mínimas.
Además, no podemos perder de vista la gran cantidad de personas sin trabajo y, peor aún, que no cuentan con un ingreso fijo, esto quiere decir que lo mucho o lo poco que ganen se les va como agua entre los dedos porque la plata cada vez compra menos cosas.
Para febrero existían entre 253 mil y 313 mil personas que trabajaban de manera independiente, esto quiere decir que no tienen un salario quincenal o mensual fijo que les permita de manera certera hacer frente a los gastos de un hogar.
Ni qué decir de quienes pagan préstamos o alquileres en dólares, que sienten que deben ir entregando la casa o el apartamento porque ya no hay plata que alcance, mucho menos si tienen que hacer pagos de otros servicios también en esa moneda extranjera.
Así como sufrimos porque la plata no rinde, todavía nos llevamos el sinsabor de que 50% de los asalariados del país gana menos de ¢400 mil. Entonces nos ponemos a pensar: ¿será que la gente que maneja la economía ha realizado el ejercicio de tratar de vivir con esa cantidad de dinero para pagar casa, alimentación, servicios básicos, pasajes de bus de toda la familia, alguna que otra cosa que pidan en los centros educativos?
Además, estruja el corazón que muchas familias deben vivir con mucho menos dinero, como es el caso de 15 mil trabajadores del sector público y 164 mil del privado que apenas obtienen ¢250 mil mensuales.
El incremento tanto del índice de precios al consumidor como de la canasta básica alimentaria claramente ha afectado a los hogares costarricenses al punto que ir al supermercado se ha convertido en toda una odisea porque se tienen los mismos ingresos y las mismas necesidades, pero las facturas muestran números cada vez más altos.
Y el problema es que la situación de los costarricenses no pinta a mejorar en los próximos meses porque además de lidiar con todo lo que pasa en Tiquicia ahora se debe sumar condiciones externas como las posibles consecuencias del conflicto Ucrania-Rusia.
Es momento de que en Costa Rica se haga algo para mejorar la calidad de vida de los habitantes, no resulta justo que haya personas que no tienen ni siquiera lo mínimo para sobrevivir.