Hace tan solo unas semanas una mujer vio en redes sociales un anuncio sobre puestos de trabajo disponibles y no lo pensó dos veces para ponerse en contacto con el reclutador.
La citaron en una oficina ubicada en San José centro, le dieron dirección exacta y llevaba consigo un número telefónico, datos que la hicieron presumir que todo estaba bien. De hecho, le generó grandes expectativas porque tenía un año sin ganarse un cinco para atender a su familia.
Además el post del Facebook era formal, una empresa que requería personal de limpieza y recepcionistas. Nada la hacía sospechar que se trataba de un fraude. Al parecer terminó drogada y semidesnuda en un sitio solitario de una zona alejada de San José.
La desesperación por conseguir un trabajo en medio de la crisis que atraviesa el país afecta a miles de personas y las hace presas de los criminales cibernéticos, quienes aprovechan el anonimato del internet para atacar.
El Organismo de Investigación Judicial (OIJ) sabe que durante la pandemia este tipo de delitos se incrementó. No es para menos porque el uso de dispositivos electrónicos se disparó y con este las gestiones del diario vivir, retirar dinero, hacer consultas en entidades, trabajar, tener citas médicas y entrevistas de trabajo.
El confinamiento hizo que muchas personas se quedaran en casa para evitar el contagio y comenzaran a usar computadores fijos, tabletas, celulares y hasta televisores inteligentes para comunicarse. Proliferó el uso de redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter y Tinder, lo que llevó a los malhechores a modernizarse.
El uso de nicknames o seudónimos es frecuente en el ciberespacio y facilita la comisión de fechorías graves, dificulta identificar a los perpetradores y, peor aún, vulnera a las víctimas, que en un acto de confianza revelaron datos personales como sitio de residencia, número de hijos, fotografías y hasta número de cuenta bancaria.
Los delincuentes son muy astutos, usan logos y nombres de empresas formalmente constituidas para montar una mampara y generar confianza en las personas interesadas. Ponen fotos y otros detalles gráficos que jamás harían dudar a nadie, pero en realidad son una farsa.
Una vez hecho el contacto, los antisociales piden dinero para concretar citas o para tramitar documentos de contratos y carnets de empleados, a lo que fácilmente los interesados acceden porque los convencen de que es un requisito y después lo reembolsarán. Cuando hacen los depósitos, jamás volverán a contactarlos.
Muchas mujeres llegan a las aparentes entrevistas de trabajo, pero son víctimas de abusadores sexuales que las atacan sin escrúpulos. Muy pocas denuncian por vergüenza a ser señaladas y cuando lo hacen, los datos que aportan son incorrectos y no permiten dar con los sospechosos.
El OIJ dio varios tips para no ser víctimas de estos criminales: busque en internet la página oficial de la empresa, llame a los teléfonos plenamente identificados, no dé datos personales, no acceda a páginas vía remota si alguien se lo pide, no coloque números de cuentas bancarias y tampoco haga depósitos de dinero.
Desconfíe si la empresa no le es conocida o familiar, si lo citan en una dirección para una entrevista debe investigar previamente qué compañía es y dónde se ubica.
No se fíe si el reclutador le solicita hacer una visita domiciliaria de inmediato. Fíjese en los dominios de los sitios web, difícilmente le escribirán desde un correo terminado en gmail.com, yahoo.com o hotmail.com, por ejemplo. Los procesos de reclutamiento tampoco los hacen por WhatsApp y Facebook, que son redes informales.
No crea en salarios exorbitantes y otros privilegios, que son parte de los ganchos para atrapar a las víctimas.
Denuncie si ha sido contactado, acosado o dañado en este tipo de gestiones, la información que aporte será de gran utilidad para la policía.