El mes de la Patria nos invita a trascender nuestras diferencias y a enfocarnos en lo positivo de nuestras actuaciones en búsqueda del bien común. Es un momento para reflexionar sobre nuestra identidad nacional y recordar que, a pesar de nuestras diversas perspectivas y orígenes, todos compartimos un objetivo: construir un futuro mejor a favor de nuestro querido país.
El enfrentamiento y la discordia pueden parecer predominantes en este momento, más el verdadero espíritu patriótico se manifiesta en la capacidad de comunicarnos con respeto y empatía. Las palabras que elegimos pueden ser una fuerza unificadora, contribuyendo a la cohesión social y al fortalecimiento de los lazos que nos unen como nación.
Especialmente para los creyentes y para todas las personas de buena voluntad es pertinente en estas fechas, en las que nos reunimos para celebrar, reflexionar sobre nuestra identidad nacional. Así, recordar los ideales de paz, democracia y sana convivencia que han sido los pilares de Costa Rica a lo largo de su historia. Consideremos las enseñanzas del apóstol: “No salga de sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra que haga falta y que deje algo a los oyentes” (Efesios 4,29).
En los últimos años, nuestro país ha sido testigo de una creciente confrontación entre diversos sectores de la sociedad, manifestada no solo en debates políticos, sino también en un lenguaje de descalificación que erosiona la cohesión social.
En este contexto, el poder de las palabras adquiere un significado crucial. Hoy más que nunca necesitamos reflexionar sobre el impacto de nuestro discurso y volver a un lenguaje que, en lugar de destruir, construya puentes de entendimiento y respeto.
Las palabras tienen un poder inmenso. A través de ellas, construimos realidades, transmitimos ideas y emociones, también definimos la forma en que interactuamos con los demás. Siguiendo la enseñanza del Maestro, la palabra que se emite ha de ser siempre para edificar, construir, iluminar y unir.
Hagamos de la palabra un vehículo para fomentar la unidad, mediante el respeto y la comprensión. Que los adultos demos ejemplo a las nuevas generaciones sobre el respeto y comprensión hacia quienes piensan diferente, pues pensar diferente no quiere decir que haya enemistad.
El mensaje de Jesús es directo, claro y cuestiona para que asumamos actitudes de cambio. El insulto, la descalificación, la falta de respeto y el desprecio en las palabras nos alejan del diálogo genuino y constructivo, pues en lugar de generar entendimiento, profundizan las divisiones.
Recorramos el camino del diálogo que ha caracterizado históricamente nuestro país, fomentemos su cultura de paz, que ha de cultivarse desde el núcleo de la familia, centros educativos y la interacción de todos los días. Recordemos: “Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia” (Santiago 3,18).
Costa Rica merece nuestro esfuerzo por suscitar el respeto, la solidaridad, la empatía y la paz.