Resulta doloroso constatar cómo, en el poco tiempo transcurrido de este año 2023, hemos llegado a índices de violencia y criminalidad sin precedentes en Costa Rica. En clave de urgencia, los especialistas recomiendan implementar diversas estrategias que van desde una mayor presencia policial hasta el fortalecimiento de las instituciones educativas. La inseguridad ciudadana nos lleva a sentirnos desprotegidos y vulnerables; pareciera que la ley de la selva se impone y que cada quien lucha por sobrevivir en medio de tanta violencia. Peor aún, se presenta la tentación de tomar la ley por nuestras propias manos, para hacer justicia por nosotros mismos.
Así, con el odio y la venganza, no se puede construir la paz y la reconciliación. Solamente ejercitando principios básicos de convivencia y de justicia, desde el amor recíproco.
Como enseña el Papa Francisco: “La violencia no es la solución para nuestro mundo fragmentado. En el peor de los casos, lleva a la muerte física y espiritual de muchos, si no es de todos” (Papa Francisco, Jornada Mundial de la Paz, 2017). La ley del talión, reconocida por la expresión del “ojo por ojo y diente por diente”, ciertamente en la antigüedad era un principio de justicia que se fundaba en la idea de que la pena se ajuste al delito cometido.
En cambio, Jesús proclama la ley del amor, del perdón y de la no violencia. Sus discípulos buscan con el comportamiento social, las actitudes fraternas y los estilos de vida, marcar una diferencia con la violencia dominante.
Más aún, el Señor nos dice, “Han oído: ‘Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo’. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que persiguen, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.”.
Una vez más el Señor nos propone pagar el mal con bien, tratando con respeto y dignidad a quien se siente nuestro enemigo. “¿Por qué Jesús pide amar a los propios enemigos, o sea, un amor que excede la capacidad humana? En realidad, la propuesta de Cristo es realista, porque tiene en cuenta que en el mundo hay demasiada violencia, demasiada injusticia y, por tanto, solo se puede superar esta situación contraponiendo un plus de amor, un plus de bondad. Este plus viene de Dios: es su misericordia, que se ha hecho carne en Jesús” (Benedicto XVI, 18 de febrero del 2007).
Es la novedad cristiana, orar y amar, y no solo a quienes nos aman. El perdón y la misericordia son los mejores valores para superar nuestros conflictos y para encontrar la paz interior y la reconciliación con los demás.
Paz, fruto de la justicia y la verdad, que se fragua en nuestro corazón.
*Arzobispo Metropolitano