En Nueva York está comenzando el juicio contra Juan Orlando Hernández, quien gobernó a Honduras entre el 2014 y el 2022. Se le acusa de haberse asociado con el “capo de capis” de los carteles mexicanos, el famoso Chapo Guzmán, y de haber recibido en pago varios millones de dólares, transformando, durante sus ocho años de gobierno, a ese país hermano en un verdadero y auténtico narcoestado. Todo ello en complicidad con su hermano, que era el negociador, y con el Jefe de la Policía, el general Juan Carlos Bonillla, quien facilitaba aeropuertos clandestinos y vehículos policiales para transportar con luces y sirenas encendidas la droga que venía de Colombia y entregársela a los carteles mexicanos.
Dice nuestro pueblo que “mal de muchos, consuelo de tontos”. Eso sí es un narcoestado. Nosotros estamos mal y en zona de extremo y gravísimo peligro y conflictividad, como siempre, y desde siempre en nuestra región, pero exageraciones tampoco. Lo que sí es que debemos volver a ver el vecindario de Centroamérica y poner “ojo al Cristo”, como también dice sabiamente nuestro pueblo, y poner las “barbas en remojo”. El vecindario está incendiado.
En Nicaragua gobierna con su esposa un desequilibrado mental y le han declarado la guerra hasta a los “boy scouts” por terroristas y por significar un “peligro imperialista”, igual que la Iglesia Católica, contra la así llamada Revolución Sandinista y disculpas para ese legendario e histórico héroe nicaragüense y General de Hombres Libres que fue Augusto César Sandino. Lo de Nicaragua es una dictadura macondiana delirante y ladrona. Ahí hasta hablar se ha convertido en un delito de terrorismo contra el Estado.
En El Salvador, una guerra de años, miles de muertos y un país polarizado y dividido, alcanzó difícilmente una paz firmada entre la extrema derecha (Arena) y la extrema izquierda (FMLN) y un posterior fracaso monumental del proceso democrático, en manos de presidentes ladrones y sinvergüenzas. Así surgió el fenómeno político que es, en el presente, el joven presidente Nayib Bukele. Aquellos gastados dirigentes políticos están ahora viviendo, precisamente, en Nicaragua, protegidos por Daniel Ortega. En Managua conversan sobre sus fechorías y comparten las anécdotas de cómo pactaron y entregaron ese hermano país a las maras y a los delincuentes de la droga en las calles y en los pueblos de El Salvador. Seguramente, y sin duda alguna, en Costa Rica no se puede aplicar la “fórmula Bukele” y meter a la cárcel a más de 70.000 mareros, pero que los salvadoreños están felices… están felices. Otra cosa son los principios y los Derechos Humanos Fundamentales. ¿O no es así?
Solo en Guatemala… está apenas amaneciendo.
No perdamos nunca la “vía costarricense” hacia el desarrollo integral de nuestra sociedad en libertad, con justicia social y democracia. ¡No aflojemos!
…Y USTED QUE OPINA???