La privada de libertad de apellido Corrales acaba de abandonar la cárcel El Buen Pastor por un tema de salud, donde pasó 7 meses. Ella abrió la puerta de su vivienda a DIARIO EXTRA para narrar lo que se vive tras los barrotes.
Esta mujer, quien está acusada del delito de trata de personas, ingresó al presidio acompañada de su hijo, lo que hizo que sintiera confianza, no sin antes escuchar a coro “barco barco” (ingresó una nueva).
“Llegar y ver ese montón de mujeres que le griten de todo es horrible, estar preso es horrible, el trato de las “seño” (oficiales de seguridad) es desagradable, una compañera trató de abusar de mí. La cárcel es una bomba de tiempo, el estar con tantas sin la distancia requerida es peligroso.
Cuando vamos a recoger “rancho” (comida) una detrás de otra exponiéndose a todo, tenemos contacto con las oficiales y el cuerpo técnico y ninguno usa mascarilla. Los de oficinas entran y salen todos los días y no sabemos si están enfermos, ahí no dan nada para contrarrestar el virus y quitaron la visita”, aseguró.
Corrales, quien tiene una tobillera, agrega que el peligro está afuera y que para retirar medicamentos espera hasta más de un mes.
“La seño (policía) es quien dice si uno va o no al área médica, hace como si fuera doctora. Si uno se pone mal en la noche le dice que aguante porque no hay ninguna móvil para que lo lleve al hospital y tiene que aguantar los dolores, es lo que ella diga, el sistema penitenciario es una cochinada”, comentó.
IMPOSIBLE UNA MEDICINA
“Cuando llega, la doctora lo examina le dice abra la boca, saque la lengua, le revisa los oídos y le toma la temperatura, luego le da una receta y otra vez para adentro. En sentenciadas hay más de 300 en un dormitorio, duermen en los baños, otras una encima y la otra para abajo, ¿qué medidas hay?”, preguntó.
Esta mujer quien goza de casa por cárcel reitera ella esperó dos meses por un medicamento.
“Ciertos oficiales son inhumanos, hacen lo que a ellos les da la gana, mientras que la ministra llegó a cantar unos villancicos cuando estábamos encerradas y después nos mandó un video donde decía que nos quitaban las visitas, en persona muchas no la conocen”, narró.
Hay personas que son inocentes, se puede llamar dos veces y diez minutos y si estaba malo le toca esperar para comunicarse con la familia. A veces pasan dos meses y no los arreglan, yo no tenía “churuco” (teléfono)”, por mi edad me mantenía tranquila, recordó.
La acusada a simple vista se nota delgada, pero relajada que está en su casa.
“Hay muchas que no tienen visita y tienen que ver qué hacen para pagar el aseo (¢1000 x semana) no tienen jabón para lavar la ropa, la ven fea, pero limpian los baños y con lo que se recoge se compran los implementos de higiene.
BOMBA DE TIEMPO
“Axel es un oficial que se toma todo muy a pecho y golpea con el bastón a las privadas. Luego está Cindy, a quien le dicen “Mamá Lucha”, ella nos intimida, sin embargo, pareciera ser educada y amable, es lo que ella dice, ella es jefa de escuadra”, comentó.
Agregó que cuando hacen requisa a más de una se le va la mano.
“A una compañera, una señora mayor, le dieron tres convulsiones. Ella llegó y le dijo empezara a respirar, porque de ahí no iba a salir, porque no hay móviles para sacarla, le dijo que es un ataque de pánico que debe superar, se cree la doctora”, contó.
“Es algo triste, las pertenencias aparecen en las camas de otras, nos dejan todo alborotado, lo tocan mucho y para mi edad es muy feo, sentir que lo agarran la cosa. Por eso encaramos a la oficial, pero de ahí no pasa, no hacemos nada con enojarse, llevamos las de perder, nos apagan el televisor, nos castigan”, agregó.
Muy preocupada por lo que se vive en prisión con el coronavirus, esta mujer dice que aún siguen entrando y saliendo personas sin las medidas de higiene que se requiere.
“Los que arreglan los teléfonos, los de mantenimiento llegan al centro como si nada, no se ponen mascarillas, además hay plagas de cucarachas y piojos. Hay muchas oficiales jóvenes que son prepotentes, se creen que son dueños del penal, es una cosa pavorosa.
Va entrar un colapso, muchos tienen meses de no ver a sus madres, hijos o parejas y los mismos funcionarios entran como quieran sin ninguna precaución. La oficial que está en el abanico (celda) nos divide la malla, no hay dos metros”, aseguró.
NO HAY SEGURIDAD
Corrales dice que el contacto entre todas es normal, por lo que damos gracias a Dios que no estamos contagiadas.
“En el momento que llegue una, eso será una bomba de tiempo y más de una se va a morir, en cualquier momento el sistema va a colapsar, no hay dinero, Dios guarde ocurra algo.
“Hay intercambio entre privadas para la visita íntima, el esposo si está afuera llega a conyugal, en cualquier momento explota hay muchas que tienen padecimientos crónicos, hay muchas adultas mayores que no tienen ningún tratamiento, estamos asustadas”, recordó.
Esta mujer finaliza la entrevista diciendo que todos son seres humanos y cada uno se tiene que respetar, independientemente de qué hizo y quién es.
“Solo nos dieron una bolsa de jabón líquido que debía durar 22 días, pusieron un dispensador de jabón y para que rindiera le echan agua. Eso no sirve; a una compañera le dijeron que ojalá se muriera.
Parece que no son humanos y a mí no me dieron colchoneta por varios días, están muy malas y hasta podridas. Hay que esperar que alguna salga en libertad para que le den dos si tiene problemas de espalda o algún padecimiento”, puntualizó.
ABOGADA PIDE CUENTAS
Gabriela Espinoza Castellón, abogada de algunos privados de libertad, manifestó al Periódico de Pueblo que ha sido una lucha contra el sistema penitenciario.
“No tiene condiciones el centro para dar la atención que requieren los internos, 120 mujeres en un ámbito es inhumano y si una dice que se siente mal, las oficiales valoran y dicen que no se ve mal. ¿Quién lleva la responsabilidad de una valoración médica? no la tiene una policía.
La clínica está saturada, las policías no son médicos, estamos delegando responsabilidades muy serias en ellas, creo que el sistema de salud penitenciario es triste, está muy muy desfazado y abandonado”, recalcó.
Espinoza dice que la atención en la cárcel de mujeres en la noche es si alguien se cortó o se ahorcó, sino se tienen que esperar y se decida si será atendida.
“Tenemos casos de tuberculosis, un reo murió pidiendo ayuda porque se le reventó una ulcera y los oficiales decían que no tenía nada, hay mucha gente que no puede pagar una abogada y la Defensa Pública está muy saturada y se quedan sin ser valoradas.
La cuadrilla que está terminando por el área educativa, vienen todos los días sin mascarillas y se suponen que los trasladados intercarcelarios están suspendidos y se siguen haciendo. ¿Quién se hará responsable si se dan muertes por Covid-19?, si les dicen a los reos que estaban mal y no lo sacan”, aseguró.
POLICÍAS HACEN DE MÉDICOS
La defensora reitera que los policías no son médicos, estamos delegando responsabilidades muy serias en los policías.
“En la cárcel de mujeres solo atienden en la noche si alguna se cortó o se ahorcó, si no tienen que esperar y se decida si será atendida. No hay nada para hacer pruebas, tienen que gestionar y eso dura semanas, ni siquiera hay un para un electrocardiograma, estamos muy mal”.
Creen que los reos son material de desecho, que se deshacen del problema y no se reconoce que una vez que cumplan la sentencia van a la calle, ¿qué tipo de ser humano estamos formando?
Gabriela Espinoza Castellón, abogada de algunos reclusos, finaliza diciendo que la mayoría de la policía está deshumanizada.
“Las oficiales le dicen a ella que no las mandaron a robar o traficar, se lavan las manos de las responsabilidades, estamos teniendo muertos en las cárceles y a los policías no les corresponde decir quien está enfermo y quien no. Se debe garantizar un acceso a la salud similar al resto de la población”, puntualizó.