Quienes sufren de “mechacortismo” (los “mechacortas”) son aquellos que suelen hacer chistes a los demás, pero cuando los reciben o son blanco de las bromas de los otros hacia ellos se enojan rápidamente. No toleran y lo demuestran para que así se levante la presión rápidamente. Se caracterizan por nunca asumir la culpa ni la responsabilidad de los hechos, siempre la depositan en el entorno. Suelen ser impacientes. Cuando las cosas no se producen rápidamente, la espera les da tiempo para procrear ideas autodesvalorizantes, como sentirse postergados, no respetados, pudiendo llegar a pensar que la espera es un ataque hacia su persona; lo que a su vez los lleva, inexorablemente, a construir la escalada hacia la explosión.
La gente se encoleriza, se enoja, no tolera, es impaciente: este proceso, si se da de una manera esporádica, forma parte de la coreografía actitudinal de todas las personas, el problema es cuando se convierte en un comportamiento absolutamente sistematizado. Este cuadro determina tal nivel de estrés por explosividad que daña psicológica, emocional y orgánicamente a la persona. Una emoción que surge después de la explosión es el arrepentimiento. Durante los calentones, los “mechacortistas” sienten que no pueden controlarse y vociferan algunos improperios hacia su entorno, pero después de producirse el momento álgido se sienten culpables.
Entonces, desarrollará conductas como pedir disculpas explícitamente o tener una actitud o un gesto que complazca al receptor de su bronca. La culpa, la vergüenza y el consecuente arrepentimiento son parte del cierre de los estallidos de quienes sufren de “mechacortismo”.
Sugerencias para resolverel síndrome de la mecha corta
No es fácil romper el automatismo del “mechacortismo”, pero las siguientes recomendaciones pueden ser muy útiles:
Preguntarse “¿Porque estoy enojado? ¿Qué es lo que me hace calentar?”. Esto ya implica un factor de freno sobre la escalada. ¡Y no hacer trampa colocando la culpa en el otro! Es un ejercicio autorreflexivo que ayuda a asumir la propia responsabilidad.
Pensar: “el otro no me desvaloriza porque opina diferente a mí”. Es decir, el hecho de que el otro piense diferente no significa que esté insultando mi inteligencia o tratándome de tonto porque pienso de otra manera.
Dar vuelta a la manzana o salir del cuadro. Es importante cuando se detecte la escalada, salir del campo minado y dar una vuelta a la manzana para tomar aire y refrescar las ideas.
Otra forma es cambiar de habitación o darse una ducha. La cuestión es lograr cortar la escalada y para esto es importante salir del entuerto comunicacional cambiando de ambiente.
Ponerse en el lugar del otro. Incrementar la empatía es lograr entender al otro y darle un mínimo de crédito a sus pensamientos. Hay que repetirse “el otro puede pensar diferente que yo”.
Hacer deporte también es una forma de canalizar saludablemente toda esa energía que se descarga en la ira. El deporte es una actividad saludable que aparte de brindar los beneficios tradicionales cardiorrespiratorios y musculares, activas las endorfinas y mejora el humor.
Como hemos podido ver, la ira no es un rasgo de personalidad sino un estado emocional que se puede sistematizar en la vida de la persona, pero es importante trabajarlo en terapia para rectificarlo. Cuando se lleva bien, como emoción adaptativa, la ira permite colocar límites, es decir, tomar impulso en la puesta de límites. Para ello brindamos una terapia efectiva y eficaz en mi plan de trabajo, para eso puede llamarme al 8872-0670 con la Dra. Ana Morales.