Gloria Bejarano Almada
Ex primera dama de la República
Decía Goethe, el estadista, poeta y escritor alemán: “El hombre ve en el mundo lo que lleva en su corazón”. Una forma muy romántica de expresar que los seres humanos vemos el mundo según nuestra formación, vivencias y experiencia.
Si así fuere, la educación, la formación y las experiencias de un ser humano marcan su forma de ver la vida, así como su comportamiento. Si en su corazón hay bondad creerá que el mundo es bueno, si alberga amor creerá que en mundo existe el amor y actuará en consecuencia… más si su corazón está lleno de rencor e ira, creerá que el mundo es malo y que lo que se puede recibir de él y sus habitantes es perversión, corrupción y maldad.
El ser humano es bueno por naturaleza, nace inocente; su entorno irá moldeando su carácter y su corazón guardará aquello con que juzgará al mundo y a sus semejantes. Es por ello que la educación es importante, así como el ejemplo de los mayores, la forma como estos transmiten y practican los valores tradicionales como la unidad familiar, la lealtad, la honestidad, la búsqueda de la igualdad, la educación y la solidaridad para quienes más necesitan en la sociedad.
Cada Año Nuevo, esperamos y pedimos para que el periodo que comienza sea mejor que el anterior y albergamos la esperanza que todo aquello que no está bien cambie milagrosamente, sin darnos cuenta de que el año traerá aquello que seamos capaces de construir como sociedad, como familia, como país y que esa construcción se levantará sobre los pilares que cada uno de nosotros seamos capaces de elevar. Si, como dice Goethe, nuestro corazón solo guarda negatividad, odio y oscuridad, nuestro aporte estará caracterizado por la desconfianza, el enojo, el temor y, lejos de hacer un mundo mejor, seguiremos contribuyendo a crear una atmosfera de negatividad, desilusión, desconfianza, odio y tristeza.
Si, por el contrario, y a pesar de los yerros que podamos cometer, nos enfocamos en las cosas buenas y les damos cabida en nuestro corazón, seremos capaces de ver cómo a nuestro alrededor hay bondad, identificaremos la solidaridad, la empatía, la resiliencia, el respeto y descubriremos que el amor se puede transformar en obras y los principios en freno para la tentación.
El año apenas comienza y nada va a cambiar a menos que seamos cada uno de nosotros los que hagamos el cambio en nuestras vidas y sepamos reconocer que cada día es una nueva oportunidad para construir un mejor país, una mejor familia, un mejor trabajo y una sociedad más unida y justa. Nada cambiará si no entendemos que nuestra fortaleza está en trabajar juntos y que el cambio reside en la actitud que tengamos con respecto a otros, su trabajo, sus éxitos, sus derechos, sus equivocaciones y, más que descalificarlos, aprendamos de sus logros y sus errores. Y, por supuesto, nada cambiará si esperamos que sean otros los que cambien. La afirmación de Goethe puede ser cierta, tan cierta como que somos nosotros quienes decidimos qué guardamos en el corazón, qué rechazamos, qué perdonamos y qué estamos dispuestos a aportar y construir.
La Costa Rica de hoy es el resultado de la visión de nuestros antepasados, que fueron capaces de guardar en sus corazones valores y principios, los cuales aplicaron en la construcción de un país solidario, humanista, respetuoso de la dignidad de las personas, amante de la paz y la democracia. Aún en tiempos difíciles, sus corazones les mostraron un mundo donde eran posibles el amor, la convivencia fraterna, el diálogo y la construcción de una gran nación. Para que este nuevo año sea mejor, solo tenemos que volver a buscar en nuestros corazones todo lo bueno que por generaciones hemos guardado y no dejar que el pesimismo y el enojo nos impidan ver que somos capaces de hacer de 2025 un año en el que nos podamos unir, en el que volvamos a sembrar amor, respeto, apego a nuestros principios fundamentales… un año en el que dejemos de señalar, descalificar y exigir y simplemente hagamos nuestra parte siendo mejores personas, mejores padres, abuelos, mejores ciudadanos.