Muchas familias tienen algún miembro que ocupa de una operación urgente y de eso hace bastante tiempo. Muchos ya estaban a punto de ser intervenidos y, con la pandemia, todo quedó en puras promesas.
Mucha gente vio cómo la oportunidad de vivir, o por lo menos tener una mejor calidad de vida, se escurrió de sus manos en un abrir y cerrar de ojos.
Las listas de espera siguen siendo el talón de Aquiles de los hospitales y les hacen demasiado daño a los asegurados, pues no podemos tapar el sol con un dedo, muchas personas pierden la vida esperando que llegue su turno.
Es sumamente alarmante conocer que al menos 186 mil pacientes se encuentran en alguna de todas las listas de espera que tiene la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Quizá lo más alarmante de este tema es que al menos 105.547 personas están a la espera de una cirugía, esto al menos representa el 57% de estos listados lo que nos lleva a pensar que lastimosamente muchos de ellos morirán antes de ser intervenidos. Se supone que el tiempo promedio de espera de cada una de las personas de estas listas en algunos casos es de 355 días, lo que significa casi un año, pero también existen los que deben esperar 870 días, lo que implica más de 2 años.
Nos preguntamos entonces si quien enfermó de cáncer, de algún otro padecimiento grave o o incluso alguno más leve merece esperar este tiempo para tener una buena salud o por lo menos una calidad de vida medianamente decente. Lo peor de todo eso es que muchas de estas personas que están a la espera de un procedimiento, una cita y a veces hasta en la de un medicamento son aquellas a las que religiosamente les rebajan el salario para pagar la CCSS y, precisamente cuando la ocupan, la institución no tiene una respuesta oportuna.
El problema es que constantemente escuchamos cómo las autoridades trabajan en eliminar las listas de espera, que ya están creando planes maestros, pero parece que entre las cuatro paredes de las oficinas de la entidad nadie entiende que, mientras ellos planean, cientos de personas fallecen.
En la mayoría de los casos, los pacientes van hasta la Sala Constitucional para ver si de esta manera logran agilizar su proceso, sin embargo, esto también implica que quienes están antes en lista de espera se ven afectados y bajará su nivel de prioridad.
Ocupamos que la Caja, institución responsable de velar por que los asegurados tengan la mejor atención, ahora sí, de una vez por todas, solucione las listas de espera.
El problema es que mucha gente piensa que esta problemática inicia cuando la persona ya aguarda su operación, pero no. Como el mismo Presidente Ejecutivo de la Caja lo decía en una ocasión, luego del Consejo de Gobierno, dichas listas se inician desde que la persona hace fila en el Ebais, afuera del recinto en la madrugada, con hambre y frío, a ver si encuentran una cita.
Basta pararse en estas filas para darse cuenta de que muchas personas pasan varios días esperando un campo a ver si ahora sí será posible que les toque un papelito para la cita.
Definitivamente esto hace la diferencia, porque si una persona con un cáncer llega para que la vean y duran mucho en darle cita, mandarle exámenes y que la vea un especialista cuando por fin la atienden le dicen que la enfermedad va tan avanzada que pueden hacer muy poco.
Todos los usuarios, y en especial quienes están a la espera de ser sometidos a algún procedimiento u operación tenemos que empoderarnos y pedir explicaciones, porque si seguimos a este paso muchas personas morirán antes de que siquiera las vea un doctor en la clínica. Ocupamos que muchos médicos recuperen su vocación y atiendan de corazón a los pacientes, porque no es justo llegar sintiéndose mal y que los doctores ni siquiera se levanten del escritorio para examinarnos. Debemos tratarnos de ambos lados con respeto.
Por ese motivo, consideramos que en primer lugar la Caja debería preocuparse un poco más por capacitar a sus trabajadores e invertir dinero en charlas de servicio al cliente y relaciones humanas, sin dejar por fuera a las personas que contratan mediante terceros, como los oficiales de seguridad de empresas privadas. La empatía inicia desde el portón.